Si en la vida cotidiana, todos somos testigos de las inmensas dificultades y obstáculos que deben sortear las personas con alguna limitación para oír, ver, sentir, movilizarse, comunicarse, o para seguir instrucciones, cuando deben dirigirse a sus centros de trabajo o estudio, al hacer uso de medios de transporte público, o de instalaciones de salud, de servicios sanitarios, de áreas recreativas, o simplemente para desplazarse de un lugar a otro en nuestras ciudades en situaciones normales; entonces pensemos sólo por un momento en la suerte que pudieran correr estos ciudadanos durante eventos de fuertes precipitaciones, inundaciones, terremotos, incendios, situaciones de conmoción social, o cualquier otra emergencia en la cual se requiera realizar una rápida evacuación de emergencia.
Una estadística publicada con posterioridad al terremoto y tsunami ocurrido en Japón en el 2011, muestra que el porcentaje de fallecidos en personas con discapacidades fue de 2.06%, mientras que en las personas de la población general fue de 1.03%.
Más recientemente, una encuesta mundial que realizó la UNISDR con motivo del 13 de octubre, revela que, como lo expresó la Jefe de la Oficina, Margareta Wahlstrom: “sólo el 17% de los encuestados tenía noticia de que existiera un plan de gestión de desastres en su ciudad, pueblo o comunidad y tan sólo el 14% afirmó haber sido consultado al respecto. Al mismo tiempo, el 50% de los encuestados expresó su deseo de participar en la gestión comunitaria de desastres, mientras que otro 21% no estaba seguro, y el 24% dijo que no”.
Definitivamente, no podemos seguir esperando para actuar después, cuando lo verdaderamente prioritario es planificar hoy, para no lamentar mañana.
@Angelrangels