Tres años después de la muerte del ex presidente argentino Néstor Kirchner (2003-2007), su partido afronta el reto de mantener su hegemonía en las elecciones del próximo domingo, con su esposa y sucesora, Cristina Fernández, retirada de la escena política por problemas de salud.
Fallecido el 27 de octubre de 2010 de un infarto, su muerte sacudió al país y cambió por completo el panorama político de Argentina.
“Kirchner vive en el pueblo”, reza el eslogan de un vídeo difundido por la Presidencia de la Nación en estos días, en el que actores, cantantes, líderes sociales y ciudadanos anónimos prestan su voz para rendir homenaje al expresidente.
Este vídeo será uno de los pocos tributos del oficialismo a su fallecido líder dado que el aniversario de su muerte coincide con los comicios legislativos y la ley prohíbe cualquier tipo de acto que pueda considerarse propaganda política durante la veda electoral que comienza mañana.
La cita del domingo recuerda a las legislativas de 2009, en las que Kirchner encabezó la lista de diputados del gobernante Frente para la Victoria en la provincia de Buenos Aires, el mayor distrito electoral del país y, contra todo pronóstico, resultó segundo, todo un varapalo para el oficialismo.
En aquella ocasión, las urnas le pasaron factura por el grave conflicto que enfrentó al Ejecutivo con las poderosas patronales agrarias y por un estilo de gobernar que le creó más enemigos que aliados.
Un año después, su muerte, de un paro cardíaco cuando descansaba en su residencia particular de la sureña villa turística de El Calafate junto a su esposa, alteró la vida política argentina.
Kirchner, considerado el auténtico presidente en la sombra, con un peso fundamental en el peronismo y entre los gobernadores implicó, dejó un vacío que hizo temer a algunos por la propia gobernabilidad del país.
Sin embargo, su esposa y sucesora en la Presidencia supo sobreponerse y en pocos meses la imagen de su Gobierno recuperó varios puntos.
Fernández decidió entonces ir por la reelección en las presidenciales de octubre de 2011, justo un año después de la muerte de su esposo, y logró un impactante 54 % de los votos.
La presidenta concentró la toma de decisiones en un limitado círculo de hombres de confianza y radicalizó el rumbo del gobierno hasta que su imagen positiva se fue diluyendo por medidas impopulares, como el cepo cambiario o la polémica reforma judicial.
El oficialismo llegó así a las primarias del pasado agosto tras populosas manifestaciones de protestas en las calles de los principales centros urbanos del país, donde, precisamente tuvo un magro desempeño electoral.
Para los comicios legislativos de este domingo, Fernández se había puesto al hombro la campaña consciente de que esta convocatoria era decisiva para dibujar el mapa político argentino y decidir su propio futuro.
Pero su proyecto se truncó cuando el pasado 8 de octubre tuvo que someterse a una cirugía por un hematoma craneal, cuya recuperación la mantendrá alejada de la escena política al menos hasta primeros de noviembre.
Si encuestas y pronósticos de analistas resultan correctos, los resultados del domingo no serán muy distintos a los de las primarias del pasado agosto y dejarán al oficialismo con una posición en el Parlamento, que le impedirá intentar una reforma constitucional que habilite a Fernández a competir en 2015 por un tercer mandato.
El oficialismo se asoma al “inicio del fin de ciclo”, con una demanda social de cambio expresada en las urnas, según el analista Jorge Arias.
“Cuando hay un proceso de alta concentración del poder, la sociedad espera un liderazgo fuerte con capacidad para enfrentar al poder, ponerle fin o ponerle coto”, dijo Arias a Efe.
Sin una sucesión definida -que puede desatar una guerra interna en el oficialismo- y con importantes desafíos económicos en el horizonte, entre ellos el oneroso déficit energético, Fernández afronta dos difíciles años de gestión.
“En las primarias, el oficialismo obtuvo el 26 %, el peor resultado de un gobierno en 30 años. Sin embargo, al mismo tiempo, el Congreso dio al Ejecutivo la mayor delegación de poder en 30 años, la prórroga de la ley de emergencia económica hasta finales de 2015”, dijo a Efe Rosendo Fraga, de la consultora Nueva Mayoría.
A su juicio, gracias a esta norma que permite disponer libremente de partidas presupuestarias y aun cuando pierda el control del Parlamento, el oficialismo no sufrirá “ninguna crisis de gobernabilidad”. EFE