Conversando con un dirigente ligado al chavismo con quien coincidí en la antesala de un canal de televisión, al expresarle que tienen que hacer algo urgente con la economía por cuanto la inflación y el desabastecimiento se están tragando al país, me respondió con argumentos que no sólo me impresionaron, sino que me dejaron pensando en las cosas tan absurdas que tienen en la cabeza quienes nos gobiernan.
Le expuse que a los sectores populares no les alcanza el salario mínimo decretado, que no hay familia que pueda hacer un mercado decente con eso, por más que acudan a Mercal o un Abasto Bicentenario para tratar de comprar a precios más bajos. Además, ni siquiera en esos establecimientos el ciudadano puede encontrar todo lo que requiere para la dieta básica y tiene que acudir a los vendedores de la economía informal para abastecerse, con precios muy por encima de los permisados. Que debían buscar en ellos la forma de obtener los productos que ni a sus propias redes de distribución llegan.
La respuesta fue realmente insólita: “Gerardo, ¿tú crees que no sabemos cómo hacen para contrabandear los productos? La cosa no es tan así. Mira, la gente termina rebuscándose. Fíjate en esto: si vas un sábado tempranito al Bicentenario de Plaza Venezuela vas a ver una cola esperando a que abran, en la cual hay unos cuantos que van con varios morrales y reservan puestos en la fila con esos morrales. Luego, el que va llegando le paga cincuenta bolos por el puesto en la cola. Si lleva 10 morrales, recibe 500 bolívares ese día”.
Pensé, ¿y cada uno de los que tiene que pagar los 50 bolos por un puesto en la cola está feliz haciéndolo? Pero guardé silencio para seguir escuchándolo.
Continuó su explicación señalándome que los buhoneros también eran personas que con esa actividad se rebuscaban y con eso se rompía la cadena del establecimiento comercial formal que sólo busca el capital. En las clases populares el rebusque es una actividad cotidiana en múltiples formas y eso, para él, hacía que el dinero circulara para que las familias pudieran, uniendo el esfuerzo de todos, tener lo suficiente para garantizarse lo que requieren para vivir.
Luego le dije que la clase media estaba atrapada, que eran los venezolanos más golpeados con la política económica gubernamental, pues es la gente que vive de un salario o una pensión mensual como su único ingreso y se les ha vuelto sal y agua. Su respuesta fue también insólita: “¿Quién crees que ha aprovechado el cupo de viajero de Cadivi para redondearse más ingresos? Ha sido la clase media pues es la que tiene tarjetas de crédito para poder solicitar el cupo. Algunos viajan y raspan el cupo afuera. Otros ni siquiera llegan a viajar y mandan sus tarjetas con alguien al exterior para que se las raspen. También la clase media tiene sus mecanismos para rebuscarse y complementar sus ingresos”.
Hoy, vía a la oficina, escuchaba por la radio una entrevistada que señalaba que había subido del aeropuerto de Maiquetía en un taxi conducido por un biólogo con estudios de cuarto nivel universitario. Que había perdido su trabajo formal y que vivía de algunos estudios que de vez en cuando le contrataban y de taxear con su automóvil particular. En otra información de prensa aparece que los venezolanos en el extranjero constituyen la comunidad de inmigrantes mejor preparada que ha llegado a Estados Unidos y a Europa.
Estamos sumergidos en una inmensa crisis económica que el Gobierno le achaca a una supuesta guerra en su contra, pero mi conversación con este dirigente chavista me dejó muy claro lo que todos sabemos: la guerra no existe, lo que existe son años acumulados de inmensos ingresos y el constante desperdicio de esos ingresos que no fueron destinados a crear riqueza en nuestros campos o nuestra industria, sino a enriquecer a una cúpula de dirigentes o a arreglarles las maltrechas economías a muchos otros países a costa de nuestra propia economía.
Me dejó claro también que a los altos dirigentes del Gobierno les parece que una economía del rebusque, improductiva y con una fuga de cerebros como nunca antes la vivió el país, son elementos normales y hasta aceptables para que el dinero circule y para salir de aquellos que se les oponen.
Mientras estén gobernando, con semejante mentalidad, el país se seguirá desangrando, la inflación se seguirá comiendo nuestro poder adquisitivo, ellos estarán dichosos pensando que el pueblo está contento cada quien con su rebusque, hasta que ya no haya más nada con qué rebuscarse. Una profunda rectificación económica, tan necesaria para acabar con este proceso autodestructivo, nunca será aplicada por ellos desde el ejercicio del poder.