De no haber muerto, el destino del sátrapa embalsamado Hugo Chávez habría sido la cárcel; si no se suicida antes, el destino del idiota Nicolás Maduro será un manicomio.
En la cárcel, habríamos escupido en el rostro a Chávez todo el daño que le causó a Venezuela y toda la perversión que impuso al país. En el manicomio, no podremos escupirle en la cara a Maduro toda su perturbación y enajenamiento traidor porque seguramente, en su idiotez, confundiría nuestro escupitajo moral con una cagada de pajarito y pensaría, como la superstición popular, que la saliva en vez de ser recriminadora es un signo de buena suerte.
No valdría de nada la recriminación, Maduro lo celebraría y solicitaría una foto mientras el gargajo censor recorriese su bigote para mostrar al mundo una nueva aparición de su amado, en esta ocasión chorreante de suerte.
Ni de vaina lo haremos, no debemos perder nuestros escupitajos en vano, menos en tiempos lunáticos de saqueo y escasez.
Aunque pensándolo bien un escupitajo verbal a los idiotas saqueadores de la decencia en Venezuela nunca está de más. Uno solo en nombre de millones de venezolanos indignados y asqueados por la podredumbre moral que el chavismo -y su Maduro- nos ha impuesto.
¡Ahí va: split!
El idiota perfecto latinoamericano es chavista
En mi anterior entrega reflexioné sobre el “Ser o no ser, chavista…”, esa categoría política que surgió con Chávez y que corrompió el sublime concepto de la “raza cósmica” que sobre nosotros había ofrecido el mexicano José Vasconcelos.
Sugerí que el chavismo es la más hipócrita y depurada perversión ideológica que hayamos conocido hasta nuestros días, no sólo por su cobardía y traición intrínsecas, sino por su regordete y desfachatada opulencia nueva rica.
Su líder, Hugo Chávez, un cobarde y traidor que mostró por primera vez su chupado rostro después de un discurso asesino de tanques y de balas en 1992, que se engordó de hez por tanto robar y por permitir que sus familiares y revolucionarios “socialistas” también lo hicieran, es el mejor ejemplo del sobrepeso desvergonzado del chavismo. Su fundador.
Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa se anticiparon y describieron a los chavistas de modo quirúrgico en el satírico “Manual del perfecto idiota latinoamericano”.
Ellos los describieron; Botero los pintó en su espesa, cómica, caricaturesca y vulgar obesidad corrupta.
Esencialmente cobardes y traidores como su infinito führer (líder), Hugo Chávez, los chavistas son sin duda los perfectos idiotas del socialismo llorón latinoamericano, pero son algo más y peor: son los gordinflones multimillonarios y corruptos de la revolución Cartier socialista, los burdos y emperifollados burgueses de la joya y la descomposición moral, los despilfarradores y grotescos nuevos ricos de la izquierda latinoamericana.
Los chavistas son el gordo signo de su putrefacción.
Dime si eres chavista y te diré quien eres
Chávez no ha sido el más despiadado y brutal de los dictadores latinoamericanos, ha sido, eso sí, el más corrupto, tramposo y regordete embaucador del que tengamos memoria.
Fue un cínico popular como nunca se había conocido antes.
Con el chavismo, en medio de su bochinche y algarabía perennes, se impuso una deformación social y una tergiversación ideológica sin precedentes en Latinoamérica, nació una nueva raza política, un mestizaje de inmoralidad que unió lo peor de nuestro pasado social a los males de la modernidad: la hipocresía socialista, el egoísmo nuevo rico capitalista, la indolencia criminal del narcotráfico, la corrupción administrativa, el cinismo, el chantaje, la promiscuidad, el desorden y la doblez moral; últimamente además la demencia de Maduro le ha agregado idiotez, mucha idiotez, al chavismo.
El chavismo ha sido de todo y no ha sido nada, sólo desorden, depravación y caos. Además un caso curioso de perfidia e intriga regional. Si por sus obras los reconoceremos, su obra mayor sería la penetrante inmoralidad y extorsión que sembró en la política latinoamericana.
Se dan golpes de pecho mientras le clavan una daga de oro al pueblo por la espalda. Su descomposición es obvia.
Tienen tufo, su desvergüenza apesta.
No se dan cuenta
Es fácil, muy fácil reconocer a un chavista. Son cobardes y traidores, vulgares y desfachatados, gordinflones en corrupción, pero además dementes, lunáticos, saqueadores y ladrones, más idiotas que los idiotas descritos por Plinio, Montaner o Álvaro Vargas en su libro.
Los lugares comunes en el discurso chavista son conocidos: socialismo, imperialismo, guerra económica, yanquis contra revolucionarios, etcétera; los nuevos elementos son únicos: Louis Vuitton, Cartier, Gucci, Audi, pajaritos, millones y millonas, libros y libras, estigmatizaciones y aparecidos.
Son un hazmerreír y no se dan cuenta. El mundo les lanza un escupitajo en la jeta y lo celebran, piensan en la cagada del pajarito, en el saqueo a Daka -y otros comercios- y creen que es suerte.
No entienden que crean un manicomio, claro, son los idiotas perfectos…
@tovarr