Para el mundo en general, pero muy particularmente para las islas Filipinas, el mes de noviembre de 2013, será recordado como el año del súper tifón Haiyan, el más destructor fenómeno de la naturaleza registrado en esas latitudes, con un registro de velocidades de viento de más de 350 km/h, superior a cualquier registro de un vehículo de formula 1. Resulta conveniente recordar que huracanes, ciclones y tifones son un mismo fenómeno, solo que reciben una denominación distinta dependiendo si se presentan en el océano atlántico y pacifico nor-este, en el pacifico sur y océano indico, o en el pacifico nor-oeste, como fue este caso.
Sólo a manera de referencia, y para tratar de describir la magnitud de lo ocurrido y el daño vinculado a este evento, me permito citar datos de organismos nacionales e internacionales como la Oficina para la Reducción de los Desastres de las Naciones Unidas (UNISDR por sus siglas en ingles), que se encuentran atendiendo y evaluando lo ocurrido, los cuales estiman alrededor de 4.500 víctimas fatales, 11.88 millones de personas afectadas en 8 regiones distintas, 920.000 personas desplazadas hacia 995 centros de refugios y casas de familias, 250.000 viviendas dañadas, y pérdidas económicas de aproximadamente 15 billones de US$, algo así como el 5% del PIB de ese país. Sin duda alguna, hasta ahora el mayor desastre socionatural del siglo XXI.
La solidaridad global y las condolencias hacia todos aquellos que perdieron seres queridos no se han hecho esperar, así como la preocupación de científicos, gobiernos, instituciones, ciudadanos, etc., en relación a que hacer de cara al futuro para la prevención de perdidas en cualquier lugar del mundo ante la furia de la madre naturaleza, discusión que sin duda no puede seguir esperando, y que con seguridad tendrá entre sus vértices el tema de la vulnerabilidad de los asentamientos humanos y lo referente al cambio climático.
Por los momentos, quiero ratificar la importancia de las acciones de preparación y reducción del riesgo de desastres, citando un extraordinario caso ocurrido en medio de este desbastador tifón, y el cual tuvo como protagonistas a las autoridades, ciudadanos y otras organizaciones, que por años han venido desarrollando acciones de preparación en la pequeña isla de Tulang Diyon (de tan solo 1.5 km x 500 mts de extensión), cercana a la isla de San Francisco, en la provincia de Cebú, del sistema de islas Filipinas, donde ante la certeza de la magnitud y trayectoria del Haiyan, procedieron a la evacuación de sus 1.000 habitantes, resultando todos ilesos, a pesar de haber sido destruidas las 500 viviendas existentes en esa población, con lo cual se demuestra la importancia de las acciones de preparación y reducción del riesgo de desastre.
Sin duda alguna, la implementación proactiva de mediadas de preparación, mitigación, educación, entrenamiento, planificación y de actuación ante situaciones de emergencias, concebidas en base a los niveles de exposición al riesgo, son fundamentales para lograr tener éxito en materia de prevención de desastres y de salvaguarda de la vida.
@Angelrangels