En momentos de depresión o baja autoestima, alimentos como el chocolate o los helados son un recurso habitual para tratar de elevar la moral de quien sufre esa apatía. En periodos de conflictos bélicos, donde casi cualquier solución es válida para mantener contentos a los soldados, esta perla de la sabiduría popular no podía ser ignorada por los mandos militares. abc.es
De hecho, tal y como podemos leer en el blog «La Aldea Irreductible», el poder reconstituyente del helado fue tomado tan en serio que, en plena Segunda Guerra Mundial, la marina de Estados Unidos construyó un buque, el «Ice Cream Barge», encargado de fabricar y distribuir miles de toneladas de este producto entre los barcos y bases que tenía desplegados en el Pacífico Sur.
Todo comenzó, cuando la cúpula militar buscaba soluciones para los principales problemas que el clima caluroso de la zona y la baja moral causaba entre las tropas. El consumo de helados, habitualmente prescrito por los médicos a los soldados para recuperarse de la fatiga, era una respuesta ideal, ya que atacaba ambos problemas a la vez.
Así, a partir de 1943, se distribuyeron más de 61.000 toneladas de helado deshidratado entre todas las bases militares del Pacífico Sur. Con un poco de agua y siguiendo las instrucciones que indicaba la lata del producto para diluir el polvo, cualquier soldado podía obtener su propio helado de vainilla.
Sin embargo, el secretario de la Marina de los Estados Unidos, James Forrestal, estaba convencido del enorme beneficio de incluir este alimento en la dieta de los soldados. Por ello, decidió dar máxima prioridad a su distribución y, en 1945, se las ingenió para convencer a la Comisión Nacional de Presupuestos para que apoyaran su plan.
Con el millón de dólares que obtuvo, Forrest ordenó construir el barco más insospechado de la Segunda Guerra Mundial: uno destinado única y exclusivamente a la fabricación de helados. Conocido como «Ice Cream Barge», era una barcaza remolcada capaz de producir alrededor de 300 litros de helado cada hora que distribuía por todas las bases del Pacífico Sur.
El «Ice Cream Barge», además de ser la primera heladería flotante y ambulante del mundo, sin duda hizo las delicias de muchos de los soldados, a la vez que les sirvió de cierto apoyo moral mientras combatían en unos campos de batalla muy alejados de su hogar. Un curioso uso de los helados, quizá solo superado por el de los caramelos de chocolate que salvaron la vida de un batallón de marines en la Guerra de Corea.