Dentro de la cartilla destaca la política de hegemonía comunicacional mediante la confiscación y cierre de medios, la sistemática persecución de periodistas independientes y las amenazas para forzar la autocensura de los que no son dóciles.
En el ámbito político observamos la inhabilitación con cargos penales falsos de líderes opositores; la prohibición de que hablen en la asamblea legislativa y la práctica de legislar por decreto mediante ese juguete denominado la habilitante.
La economía sometida a expropiaciones sin compensación, sencillamente robos; controles de precios e inamovilidad laboral para provocar el cierre de empresas; órdenes de rebajar precios y denuncias arbitrarias contra empresarios.
El pueblo obligado a vivir en zozobra permanente con la búsqueda de alimentos y medicinas escasas y a depender en mayor grado de las dádivas gubernamentales a través de ventas ambulantes con bienes confiscados.
Los ideólogos critican el consumismo pero lo promueven hipócritamente. Denuncian abusos mientras ocultan los propios. La gente disfruta ahora del festín populista, después vendrá el rechinar de dientes, para entonces, estará dentro de la jaula fabricada por la cartilla ñángara.
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