@jcsosazpurua / jcsa@petroleoyv.com
¿Qué hacer con PDVSA? La idiosincrasia criolla ha estado renuente a realizar un abordaje de esta cuestión desprendiéndose de sus mitos y leyendas, de sus engranajes emocionales que prohíben cualquier aproximación al tema que implique un cambio en los paradigmas, que se han consolidado como un aspecto inalienable de nuestra cultura. Se ha llegado al paroxismo de incluir esta temática como parte de la Constitución de la República, como si la figura de una persona jurídica mercantil, por importante que sea, fuera un eslabón inflexible, un andamiaje sin el cual el edificio de la nación fuera un proyecto de imposible materialización. Y lo cierto es que PDVSA debe convertirse en un elemento fundamental del debate sobre el porvenir, al momento de evaluar aquello que debemos superar para darle un vuelco al destino, y abrir las compuertas a un futuro de posibilidades que hoy lucen estancadas. El petróleo necesariamente debe desprenderse del organismo estatal, independizarse completamente de las decisiones burocráticas que se toman sobre las premisas del gasto público corriente, y volverse materia del sector corporativo, consolidando la verdad universal que define el carácter empresarial como un rasgo esencialmente del impulso individual de la persona humana, motivado por la ambición de construir algo que facilite la vida y perdure en el tiempo. PDVSA sufrió las consecuencias predecibles que suceden cuando es el Estado, y no el individuo, quien determina los caminos a seguir. La multiplicación de sus cabezas, haciéndole un monstruo insaciable, era el final adivinado de antemano cuando la fórmula que define el funcionamiento del país pone todo su peso en las respuestas coyunturales de la política. Nada más contrario a la naturaleza que una empresa del Estado.
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