Este tipo de guerra no convencional ha debido ser creada por gente no muy limpia, al menos por personas inescrupulosas. Un ejemplo de este tipo de ataques fue el cometido contra la trasnacional Procter & Gamble en los años 80 del siglo XX, tales fueron los infundios contra el logo utilizado por la compañía, que ésta vio afectada sus ventas y tiempo después retiró su imagen de muchos años. Los ataques a la reputación de las personas con fines de destrucción, son más corrientes de lo que debieran, para tristeza de los que intentamos llevar una vida apegada a la ética. Lo que el gobierno ha hecho contra Henrique Capriles Radonsky, no tiene nombre. Los llamados golpes bajos son comúnmente utilizados en el mundo para propósitos inconfesables, porque sus autores se esconden tras las sombras mientras que dañan a sus víctimas frente a todos. Este tipo de ataques siempre es cobarde y esconde una gran mediocridad. Lo que se produce en las sombras obedece a lo furtivo, a lo que se oculta con intenciones aviesas.
Siempre quise salirle al paso a las calumnias que me injuriaban, pero mis asesores electorales me aconsejaron que no hacerlo. Así lo hicimos en los últimos meses, pero en estos días del cierre de campaña, los ataques desconsiderados han arreciado en forma inmisericorde, no solamente contra mí, sino contra la dignidad y el honor de mi familia. La reputación de mi familia es intachable y nada puede socavar años de una conducta ciudadana con apego estricto a la moral y las buenas costumbres.
Quienes creen que difamando se ganan elecciones, deberían pensar en el rechazo que genera este tipo de conducta entre los ciudadanos. Entonces hay que tener cuidado como el efecto se devuelve como un boomerang contra los que propiciaron esta guerra. No se pueden perder las perspectivas, sólo porque El Hatillo representa la única alcaldía de la capital a la que algunos partidos se quieren aferrar para sobrevivir políticamente, perdidos sus feudos de antaño por gestiones deficientes de los delfines de turno. La conducta proba, la rectitud y la ética no son valores negociables, ni se pueden alterar, sólo porque no podemos ganar limpiamente. La perspectiva de perder no nos da una patente de corso para echar por la borda los principios del comportamiento ético, al contrario, se debe perder con hidalguía, con decoro. Alguien decía que más nos enseña una derrota que mil triunfos. La amargura de hoy se trasformará en las mieles de mañana, sacadas correctamente las conclusiones debidas, para no repetir los mismos errores. Pero si nos ofuscamos por la ira, la impotencia y el rencor, desaprovecharemos la oportunidad de aprender y rectificar, algo completamente necesario en el crecimiento humano.
Después del 8 los adversarios políticos de este momento nos sentaremos a conversar. Tenemos un gobierno legislativo en común y una inmensa responsabilidad para con los hatillanos. No podemos fallarle a nuestro municipio y quien aspire a ser futuro gobierno no debe obstaculizar al que se inicia.