Lo que ocurre aquí es una suerte de enfermedad mental, padecimiento que bien vale la pena escudriñar y convertirlo en una psicosis formal, algo descrito medicamente en los manuales de la psiquiatría moderna. Por más que intento comprender, me resulta particularmente retador ponerle definiciones conceptuales a la tragedia nacional. Es un rompecabezas existencial de difícil resolución, porque las referencias históricas no existen, estamos ante un suceso inédito en los anales de la humanidad, un caso de estudio multidisciplinario, con material exquisito para amantes de las ciencias ocultas, la politología, los recovecos de la mente, la criminología, la filosofía, el derecho, el folklore, la comedia, el teatro del absurdo, la sociología, antropología, arqueología y así ad infinutum.
Y uno diría que semejante universo multicolor es suficiente para entretenerse intelectualmente y conseguir algún respiro, pero eso sería un acto de locura, similar al que nos atrapa en este manicomio que es Venezuela.
Porque para huir, uno ha de conectarse con su némesis y tratar de copiar a “Seinfeld”, haciendo exactamente lo contrario de lo que se experimenta al abrir la prensa o contaminarnos de la matriz de opinión consolidada.
Recuerdo que el final de Jack Nicholson en “Atrapados sin salida” fue una lobotomía. Quizás aquí toca lo contrario. Poner la cinta en retroceso…y escaparnos.
@jcsosazpurua