A nivel emocional, la reacción suele ser muy negativa. Nos sentimos “muertos en vida” y nos quejamos cada 15 o 20 minutos de lo que no podemos hacer, olvidando que esos pequeños sacrificios servirán para prolongar nuestro paso por este mundo y transitar dignamente el camino de la vejez.
Así pasa con las medidas que se toman en los países serios cuando están en crisis. Son pautas duras que no le gustan a nadie, pero tienen un objetivo claro: estabilizar la economía. Es decir, tienen como prioridad la recuperación de las arcas domésticas como consecuencia de una transformación macro; y no la búsqueda de mecanismos populistas que consoliden la imagen carismática del gobierno, a partir del manejo despreocupado y caprichoso de los fondos públicos.
Toda esta reflexión es consecuencia de la lectura que hice ayer de una información publicada en la página web del diario El Mundo, de España, titulada: “El 71% de los españoles no espera la recuperación en 2014”. Me llamó especialmente la atención que uno de los subtítulos decía: “Dos de cada tres ciudadanos creen que lo más eficaz sería bajar los impuestos”.
Lo primero que pensé fue (y debo remarcar que se trata de una visión personalísima) que bajar los impuestos no es la solución para reflotar la economía de un país; sobre todo porque, a principios de diciembre de 2013, la Comisión Europea le pidió a España impulsar una reforma tributaria que favoreciera la creación de empleo pero le advirtió que las rebajas no pueden comprometer el objetivo de déficit.
Quizás por esto, 75% de los españoles consultados por ElMundo.es asegura “que les irá igual o peor en el año que hoy empieza”, especialmente porque esa nación inicia el 2014 con alzas en las tarifas del transporte público y la electricidad (la tercera más cara de toda la Unión Europea).
Estas medidas me hacen pensar que para el gobierno español es preferible tomar medidas impopulares en este momento, antes que ceder a peticiones que podrían comprometer el la recuperación económica de todo un país en el mediano plazo. De cualquier manera, solo el tiempo dará la razón.
Consultado sobre el aumento del IVA después de la aprobación del presupuesto nacional, el responsable de las cuentas del Estado, Cristóbal Montoro, reveló: “A lo que se había programado se añaden unas medidas duras y que a nadie le gusta tomar y menos a este Gobierno, y menos a mí, como es subir el IVA. Si no, el país se nos iba de las manos”.
Estas declaraciones fueron difundidas a través de una entrevista publicada por el diario El País en octubre de 2013, en la que Montoro aseguraba que, en 2015, el crecimiento económico daría margen para una bajada de impuestos. Esperemos que así sea, para la tranquilidad y bienestar de todos los ciudadanos españoles.
Ahora bien, en Venezuela el índice de inflación de 2013 cerró en 56,2% (aumentando 35,6% con respecto al año pasado), la escasez se agudiza, el desempleo aumenta y vivimos de las exportaciones mientras la producción de Pdvsa cae. Parece obvio que esta es también una economía en crisis, pero ¿qué medidas serias se han tomado al respecto?, ¿qué tanto confiamos en las capacidades de quienes tendrían la responsabilidad de administrar los frutos de esos sacrificios que tendríamos que hacer todos para sacar el país hacia adelante?
El cacareado aumento de la gasolina no se cristalizó. Me imagino que como consecuencia de una leyenda urbana que dice que, si la medida es tomada, “se va a incendiar el país”. Me disculpan la franqueza, pero creer eso es asumir que aquí no somos ciudadanos y carecemos de la educación y conciencia a la que apelan las autoridades en otras sociedades, en las que por cierto hay de todo y todo funciona. Allí se las dejo.
María José Flores
@MarijoEscribe