Reflexiones leyendo una novela de Hilary Mantel: “A Place of greater safety”, Picador, New York, $18
A riesgo de ser regañado por mi amigo Ibsen Martínez, a quien le molesta mucho que alguien compare a Venezuela con la Alemania Nazi o la Rusia de Stalin, al leer la fascinante novela de Hilary Mantel arriba citada encuentro grandes similitudes entre los meses que precedieron la revolución francesa y la situación existente en Venezuela. Las dos situaciones son como el verse en un espejo. La mano derecha aparece en el espejo como la izquierda y viceversa.
En los primeros meses de 1789 se empezó a hablar abiertamente en los cafés de París de la disfunción eréctil del rey Luis XVI (en realidad, era una fimosis) y a criticarlo por su indiferencia con el pueblo. El rey abandonaba sus tareas en París para estar continuamente de cacería, algo así como viajar continuamente a La Habana a pedir instrucciones. Sobre todo, los parisinos detestaban a María Antonieta, la pareja del rey, a quien llamaban Madame Deficit. Maria Antonieta, la primera combatiente, les aconsejaba a los parisinos comer hallaquitas, mientras llevaba una vida gozona en el Petit Trianon, donde tenia un consejero “espiritual” hindú. El presupuesto para su vestuario era de unos $4 millones al año, bastante extravagante y casi igual en dólares deflactados al presupuesto para el atavío del difunto, quien usaba relojes de hasta $100.000 (quien los estará usando en Cuba?).
El descontento popular se había excerbado debido a la escasez de harina (pan). El costo de una hogaza de pan en París había subido en un 70% en 1789 y, a veces, desaparecía de los establecimientos, lo que llevaba al rey a acusar a los panaderos de especuladores. La inflación era galopante. El precio de la leña para calefacción había subido en un 90%, aunque nada comparable al porcentaje de aumento que se prepara para la gasolina en Venezuela, el cual será infinito porque parte de cero.
En septiembre de 1789 el tesorero real, Brienne, suspendió todos los pagos del gobierno por falta de fondos. Como en aquella época los chinos no tenían dinero, el rey no intentó pedirles un préstamo a ellos sino que despidió a Brienne y lo reemplazó con Necker, quien ya había estado en ese puesto y sabía como cocinar las cifras. En Venezuela, Giordani, Eljuri y Merentes han heredado esta habilidad.
Luis XVI convocó a los Estados Generales como una maniobra para hacer lo que deseaba hacer en materia financiera, correr la arruga y seguirse endeudando. Sin embargo, Felipe de Orleans, noble pasado a las filas de la oposición ( a lo Raul Baduel), así como los jóvenes del grupo Premiere Justice, Camille Desmoulin y Maximilien Robespierre, se unieron al más moderado George Jacques Danton (deletreaba su apellido como D’Anton, para darle más prestigio) para escribir y protestar contra la monarquía. En la Venezuela de hoy tenemos a un D’Anton-io Ledesma. No hay nadie de Arrás pero tenemos a Diego.
Luis XVI cometió el grave error de donarle millones de libras a un país extranjero (a la revolución norteamericana) mientras el pueblo francés pasaba hambre y escasez. Claro, mucho dinero le ha dado el régimen venezolano a una causa no tan admirable, la de los Castro, mientras el pueblo venezolano es asesinado sin freno alguno y no se encuentra papel tualé.
Las policías del mofletudo Luis tenían hostigados a los exiliados, de la misma manera que la jinetera moral que lleva el imposible nombre de Delcy hace listas de opositores viajeros en la Venezuela de hoy, olvidando que los hampones y otros malandros de su régimen viajan continuamente en aviones de la nación y con dinero nuestro.
Cuando se instalaron los Estados Generales, en Junio de 1789, el rey, a quien nadie llamaba alteza sino Luis (De allí viene la expresión Si, Luis) como le sucede hoy a Nicolás, se quedó dormido durante el discurso de fondo de Necker Merentes, quien pretendía salir a buscar un préstamo. La gente finalmente se enteró, por lo que dijo Necker, del desastre financiero del país. Para enfrentar la crisis, dos de los tres estados generales (Clero y sociedad civil) se unieron para llevar a cabo una reforma a fondo del gobierno, lo cual llevó a la sustitución de los Estados Generales por una Asamblea Nacional Constituyente. La violencia hizo erupción rapidamente y, semanas después, el 14 de Julio de 1789 se llevó a cabo la Toma de la Bastilla.
Todavía en Venezuela no ha ocurrido el evento equivalente, la toma del Helicoide. Pero por ahí viene, posiblemente el 14 de Julio de 2014.
El paralelismo es innegable, ya que la historia no es lineal sino cíclica. Por ello, cada cien años (+ /- cinco años) resucita Cipriano Castro (nació en 1858, Hugo Chávez nació en 1954). Esta recaída pudiera evitarse si Herodes Montiel, futuro presidente de Venezuela, ordena la liquidación de todos los bebés nacidos en Sabaneta de Barinas en 2054.