La élite oficialista comercializará su ideario en aquellos mercados que no ha logrado conquistar. Desean unanimidad social, no una mayoría electoral; para lo cual venderán una versión rosada del Socialismo del Siglo XXI. Una visión que está siendo depurada. Por ejemplo, en ese modelo el presidencialismo cede su lugar al gobierno colectivo. En la práctica, la instancia de decisión es una Junta cívico-militar, no el poder Ejecutivo. Las decisiones serán colegiadas porque de esa forma los integrantes garantizan su turno al frente del gobierno. Una muestra de esa mutación es lo ocurrido con la amnistía para presos y exiliados políticos. Hubo quienes pensaron que la decisión era del Presidente, pero los hechos demostraron que estaban equivocados. El cuerpo de la Junta consideró que una Ley de amnistía era inoportuna.
El país ingresó en un proceso pre-constituyente. Un período en el cual se reconfiguran los patrones de convivencia. Se transforman las relaciones entre los poderes, la estructura económica o la escala de valores y costumbres por igual. Por eso en Venezuela se produce una re-significación de algunos valores cívicos, entras cosas. Por ejemplo, ahora la obediencia se afinca en el temor antes que en decisiones justificadas. De allí que el lenguaje y las prácticas represivas copen la retórica y las maneras del Presidente y altos burócratas. Iván Simonovis en prisión es el símbolo más cruel de esa reforma que está en ebullición.
La fase pre-constituyente antecede a la constituyente. Sin embargo, entre esos momentos ocurren distintos acontecimientos políticos; incluso, electorales. Lo pre-constituyente se define como una época en la cual los códigos sociales se trasmutan. Es un tiempo de cambios. En ese sentido también es un periodo de disputa ideológica. Una ocasión intensiva en comunicación con el pueblo. Son años en los que la prioridad es predicar idearios políticos. Pues lo que está en juego es un viraje psicológico y espiritual del ciudadano y sus modos de vida.
Los hijos de Hugo Chávez mercadean una cosmovisión que en algún momento revalidarán por vía de una constituyente. Por cierto, en esa visión se acepta que alguna oposición debería existir; incluso, se reconoce que debería tener limitados espacios de poder. Sin embargo, la interpretación que proponen del adversario es lo relevante: Lo consideran el territorio en el que se domestica al ciudadano. El espacio en cual se tritura la resistencia del disidente. Por eso, el gobierno mantiene relaciones pendulares con sus rivales. A la vez que se les invita al diálogo se desprecian como interlocutores; o mientras se les permite la participación en procesos electorales se les arrebatan triunfos y competencias. En la Venezuela del siglo XXI, el Estado re-educa al ciudadano exhibiendo las restricciones, castigos y concesiones que impone a los opositores.
Alexis Alzuru
Profesor del Doctorado en Cs Políticas. U.C.V.