América Latina y Estados Unidos, en la cúspide de la desconfianza

América Latina y Estados Unidos, en la cúspide de la desconfianza

AFP

El año 2013 estuvo marcado por la degradación de las relaciones entre EE.UU. y América Latina. Cayeron víctima tanto de los escándalos de espionaje como de la prioridad geoestratégica de la hegemonía de Washington en Asia Pacífico y el mundo árabe.

“Las revelaciones de Edward Snowden mostraron que Washington actúa en el hemisferio occidental observando solo aquellas reglas que impuso”, opina el analista ruso Nil Nikándrov, de la Fundación de la Cultura Estratégica. Pero la influencia del país norteamericano en el sur del continente no se debilitó en un año, sino a lo largo de toda una década.

Unos recursos colosales, financieros y bélicos, han sido gastados para asegurar la presencia de EE.UU. en Afganistán, Irak, África del Norte y Oriente Medio. Los resultados de esos esfuerzos provocan dudas. Pero un efecto negativo ‘colateral’ de esas expediciones imperiales se evidencia en la región latinoamericana.





Ante todo está la desconfianza a la Casa Blanca que sienten los gobiernos de América Latina. Se ha consolidado una constante sospecha de que la finalidad de esa política geoestratégica es el establecimiento del dominio mundial de EE.UU. usando la fuerza para suprimir todas las formas de resistencia.

“El Pentágono cuenta con una información exhaustiva sobre el futuro teatro de acción bélica”, señala Nikándrov. “El mando sur del Ejército de EE.UU. refuerza sistemáticamente su infraestructura en la región (los aeródromos y las bases militares) y la explora bajo distintos pretextos: desde la lucha contra el terrorismo hasta la vacunación de los pobladores”.

El año 2013 sumó más pruebas al entendimiento de que Washington está interesado en que los focos de tensión en América Latina se perpetúen. Los politólogos estimaron como una provocación, cuyo objetivo es frustrar el diálogo entre el Gobieno de Colombia y las FARC, las recientes publicaciones sobre la polémica colaboración de los militares y los servicios secretos de EE.UU. con las tropas colombianas para eliminar físicamente a los líderes de la guerrilla.

La Administración de Barack Obama apostó por la Alianza del Pacífico, que incluye a México, Perú, Colombia y Chile para dividir a las naciones sudamericanas. El presidente de Bolivia, Evo Morales, declaró en octubre pasado que esta estructura supranacional es “parte de una conspiración que viene desde el norte para dividir y que Unasur no avance hacia la liberación definitiva”. Los politólogos agregan que la Casa Blanca busca aprovechar esta herramienta de integración regional como un remedio contra la influencia de Brasil y la ALBA.

Desde Brasil siguen con mucha atención las tendencias cada vez más hostiles en la política de EE.UU. El Gobierno de Dilma Rousseff esperó bastante tiempo, y en vano, las disculpas de la Casa Blanca por el espionaje de los servicios secretos estadounidenses contra los líderes del país. La presidenta canceló su visita a Washington y revisó los acuerdos bilaterales en materia de seguridad y cooperación entre los cuerpos de orden; algunos proyectos prometedores para EE.UU. quedaron en punto muerto.

Una consecuencia de la falta de confianza mutua entre EE.UU. y los países de América Latina es la bienvenida dada por ellos a China, India, Irán y Rusia. Cada vez hay más señas de que el siglo XXI sea el de la penetración china en el hemisferio occidental. Con sus inversiones China ya está reemplazando a los estadounidenses en las ramas claves de la economía, como la extracción de materias primas, la energía, la industria electrónica, el transporte y el complejo industrial militar. RT