A principios de 1999, cuando Hugo Chávez se disponía a recibir la banda presidencial le confió a sus íntimos que tenía pensado invitar a su toma de posesión a Marcos Pérez Jiménez. Decisión que seguramente había meditado desde que el general lo recibió en su mansión de La Moraleja (Madrid) en cumplimiento del ritual de los candidatos alternativos a la búsqueda de un puñado de votos nostálgicos. Al fin y al cabo eran dos militares, ambos golpistas, que habían llegado al poder en acción retardada de sus respectivas asonadas, así lo publicó El Universal.
Pero Chávez olvidaba que su mentor para entonces, Luis Miquilena, había sido uno de los dirigentes que mantuvo viva la resistencia democrática y había pagado con tortura y carcelazos, como quizás ninguno de sus compañeros sufrió, su lucha contra la dictadura
Miquilena confiesa que se opuso rotundamente, pero no para pasarle la factura a un viejo enemigo, sino porque comenzaba muy mal un gobierno, electo popularmente, distinguiendo a quien representaba la antítesis de los valores democráticos. Chávez bajó la cabeza y Pérez Jiménez no vino.
-¿Es equiparable la situación que vivía el país antes del 23 de Enero de 1958 a la que vive actualmente?
-El 23 de Enero, culminación de una batalla que se prolongó por diez años, aparece como una insurgencia de carácter militar y una alianza civil. Pero asumir la fecha de una manera contemplativa no resulta lo más conveniente en este momento. Sobre todo porque de aquellas experiencias debemos extraer toda enseñanza que pueda ser enriquecida y mejorada en el combate que el pueblo venezolano tiene planteado ante el régimen imperante.
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