Las multitudes sorprendieron a todos, creo. A diferencia de las de hace una semana, eran unitarias, con un objetivo y un norte que llamaban a muchos. Todos sabemos del inmenso malestar que hay entre los venezolanos y allí hay que incluir a cientos de miles, quizás millones, de chavistas por el desastre económico, de escasez, inflación, corrupción, de criminalidad impune y la respuesta torpe de un gobierno que no parece saber que hacer mas allá de los atropellos para eludir responsabilidades. Quizás por eso tantas multitudes tomaron las calles pese a ser día y hora de jornada laboral.
Todas las concentraciones fueron pacíficas y parecía que la jornada concluiría sin mayores incidentes pero con el impacto de un país que reclama y rechaza al mal gobierno que tiene. ¿Qué se incubaba? Las jornadas anteriores de protesta estudiantil en Mérida mostraron a los grupos armados parapoliciales de camisa roja, que eufemísticamente ahora los llaman “colectivos”, agrediendo, disparando, destrozando con total impunidad. En el resto del país no había ocurrido. La manifestación caraqueña debía llegar a Fiscalía donde dirigentes estudiantiles querían entregar un documento reclamando la libertad de estudiantes detenidos. “¿Por qué la GNB y la policía no tenían todo el sector tomado y en total control?”, se preguntaba anoche un líder estudiantil.
La jornada terminó dolorosamente con sangre y mucha tristeza. Incluso en la noche, en otras zonas de Caracas grupos de los que en la calle ya califican de “paracos rojos” atacaron a balazos otra protesta. El país estremecido pero ahora de dolor, mientras el gobierno de Maduro, que ya había ordenado clausurar la señal del canal colombiano NTN24 que no acataba la amenaza de silenciar las noticias de las protestas, montó dos “cadenas”. Una para amenazar e insultar. La otra para mostrar festejos y bailes “por el Día de la Juventud”. Dolor, indignación e incluso asco. No puede ser. ¿Qué motivo de fiesta podía haber ya con tres fallecidos, docenas de heridos y detenidos?. Eso asemeja a una siembra de odio adrede. Para dividir mas a Venezuela. Quizás tratando de causar reacciones a su conveniencia.
Ninguna televisora transmite informaciones de los hechos noticiosos del día, salvo las declaraciones de jerarcas del régimen. La censura es casi total. El cerco de silencio amenaza a los periódicos, casi sin papel. Incluso a medios digitales. Maduro no tendrá ni idea de cómo corregir el desastre económico que su gobierno agravó, pero si parece decidido a que nadie tenga donde quejarse, protestar ni informarse. Eso sí parece quitarle el sueño.
La indignación es justa y necesaria. La “cabeza fría con el corazón ardiente”, también. El “cortoplacismo” es un camino seguro al retroceso. La protesta mas importante, para la oposición democrática, es en el terreno de las luchas sociales, al encuentro con al menos una parte importante de esa mitad de Venezuela que ha seguido –aunque cada vez con menos pasión- apegada al oficialismo. Dicen que en el oficialismo se debatió mucho en los días previos. Hay mucho desacuerdo con esa “línea” de los “colectivos”. ¿Será cierto? ¿Se impuso la línea de forzar una ruptura porque solo en dictadura abierta se puede “manejar” un desastre económico como el que han provocado años de graves desaciertos en las política de destrucción agraria e industrial y el mal manejo cambiario?. Si, Venezuela necesita un cambio de fondo y ese rumbo nuevo debe incluir -sin revanchismo- a millones que han apoyado con esperanzas a lo que resultó ser una muy falsa revolución. Ser democrático, inequívocamente democrático e inclusivo. Marcadamente progresista. Ese cambio debe prefigurarse en la acción política de hoy. Su sello no puede ser la intolerancia de una suerte de “chavismo al revés”. Así como es inviable esa Venezuela que excluye y segrega a la mitad o mas de sus ciudadanos como viene ocurriendo en estos años, así tampoco tiene futuro la cosa igual pero al revés.
Público & Confidencial
Damián Prat C
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