El 20 de junio de 1979 Bill Stewart, un periodista de la cadena ABC acreditado en Managua, cubriendo las incidencias de la Guerra Civil nicaragüense, fue asesinado a sangre fría, por un joven militar, 18 años, quien puso en el suelo al comunicador, le dio de patadas y luego un certero tiro de gracia en la nuca. El hecho fue filmado y aunque el régimen de Anastacio “Tachito” Somoza intentó evitar que se emitieran, logró salir a la prensa internacional. Luego vinieron las versiones de que fue una trampa, un montaje, etc.
Lo cierto es que el soldado fue adoctrinado por el régimen tiránico de los Somozas y sucede lo que tiene que suceder: los autómatas ejercen acciones para satisfacer el ego de sus jefes y ponen, como decimos en criollo, la torta.
En nuestro medio observamos un vandalismo que actúa en algunas manifestaciones. Hemos visto en los años de gobierno chavista grupos armados con pasamontañas definirse como adalides armados de la revolución. También hemos visto grupitos que con su actuar han empañado la acción política de la oposición.
El punto focal es que a los vándalos, al final, no los controla nadie, pero sus acciones las pagan con quien los identifican. Hoy la prensa no tiene que correr las peripecias de los periodistas acreditados en Nicaragua, 1979, para publicitar cualquier hecho indebido. Solo con colgarlo se tiene y el mundo se entera.
Así que los políticos avezados y que han hecho historia bien recordada, no a lo Hitler, Stalin, Mussolini o Franco, no se escudan tras grupos que actúan al margen de la ley. Alguien podrá hablar de la resistencia frente a la ocupada Europa y África por el nazi-fascismo y el bolchevismo desde antes del inicio de la II Guerra Mundial. Si alguno asume esa peregrina idea, lo que desea es infundir terror y ningún político en su sano juicio puede acompañarlos.
Hoy se impone la sindéresis: El “comunismo” chino es archi capitalista. El castro-comunismo busca reacomodarse en el capitalismo y puntos de encuentros con Europa y los EEUU; las típicas dictaduras latinoamericanas de derecha han sido sepultadas y de sus “semanas de la patria” no queda ni el recuerdo; Corea del Norte es un fósil que, más temprano que tarde, nuestra generación verá sucumbir.
Hoy es tiempo de política de altura, confrontación de ideas, medios de comunicación libres, manifestaciones pacíficas para exponer opiniones y elecciones para que el pueblo decida.