Las protestas estudiantiles cumplen dos semanas en la calle generando un estado de violencia por parte del Estado -organismos de seguridad y paramilitares- que podría desencadenar en una confrontación cívico-militar. Dicha violencia pudiese seguir dos direcciones: desgarrar el Estado –caso Siria y la antigua Yugoslavia-, o unir más a la nación -caso Sudáfrica.
La respuesta por parte del gobierno de Maduro para silenciarlas ha sido la represión a los manifestantes con el uso de las armas, con un saldo de 12 civiles asesinados, entre los que se encuentran personas que sólo estaban usando las cacerolas como un medio de protesta. Así mismo, ha callado a los medios de comunicación nacionales e internacionales, llegando a sacar al canal de noticias NT24 de la parrilla de programación de las cableras y en una primera instancia suspendió la licencia de trabajo del corresponsal y los enviados especiales de CNN en español, para luego rectificar en esto último.
Por primera vez, el régimen autoritario de los últimos 15 años mostraba su verdadera cara: la de un gobierno violador de los derechos humanos y represor de las libertades civiles de los ciudadanos, que lo colocaría en el grupo de dictadores como Viktor Yanukovich de Ucrania, Robert Mugabe de Zimbabue y Bashar al-Asad de Siria, entre otros.
Mientras esto ocurre, todos los factores de poder –la sociedad civil, los estudiantes, los lideres de los partidos políticos, los paramilitares, los miembros de las instituciones gubernamentales- vuelcan la mirada hacia el sector militar que son al final los que deciden entre sostener o sustituir el régimen, de acuerdo a la racionalidad aritmética de que bando (Maduro-Cabello-Institucional) tiene más poder de fuego.
En una conversación con mi amigo Gustavo García Osío, sostenía que el Ejercito es el partido político más antiguo de Venezuela, el más estructurado y que sus diferencias políticas, en momentos de crisis, las dirimían en una mesa; donde cada General muestra quien tendría “más cañones” y la facción que resultaría ganadora de este balance de fuerzas sería quien mantendría o colocaría el conductor de los destinos del país -sin tocarse entre ellos. Concluía por ello, que con el estamento militar no se negocia, se conversa. Es decir, que por ahora las tres facciones que existen dentro del sector militar venezolano mantienen un equilibrio de fuerzas que ha permitido sostener a Maduro en la presidencia de la República ante la situación de violación de los derechos humanos.
El efecto Kiev -la salida de V. Yanukovich por las protestas en la calle del pueblo ucraniano- introduciría un factor geopolítico a considerar en la solución de la crisis política venezolana.
La potencial salida de Ucrania del área de influencia rusa sería la primera derrota de Vladimir Putin en los recientes conflictos -tipo guerra fría- entre el binomio Estados Unidos-Europa y Rusia. Hasta ahora, Vladimir Putin había logrado mantener su piso como garante de la estabilidad de sus aliados: Siria e Irán y conseguiría otorgar asilo a Edward Snowden contra la voluntad de la Administración de Obama.
En declaraciones a La Voz de Rusia, el ministro de la defensa ruso Serguéi Shigú señaló ayer que “Rusia planea aumentar el número de bases militares en el extranjero y está negociando ese asunto con varios países, entre ellos Vietnam, Cuba, Venezuela, Nicaragua, Seychelles, Singapur”. Es la contraofensiva de Putin ante la posible perdida de influencia en Ucrania.
Por lo tanto, Moscú ha decido sostener el régimen autoritario de Maduro para mantener vivo el proyecto anti-Estados Unidos en América Latina (ALBA, Petrocaribe, CELAC y UNASUR) liderado por Venezuela, que hasta ahora ha sido financiado con el petróleo venezolano, bajo las directrices del régimen en Cuba.
Es por ello que la salida a la crisis de gobernabilidad en Venezuela se debate en un tablero multidimensional dinámico que incluye:
- las manifestaciones multitudinarias de calle,
- la lucha asimétrica,
- los pronunciamientos de individuos y dirigentes de los partidos políticos del gobierno y la oposición,
- la información de la inteligencia cubana-rusa, estadunidense,
- la acción de los grupos paramilitares del gobierno,
- la labor de las Fuerzas Armadas de Venezuela,
- la tarea de los grupos armados de la guerrilla latinoamericana,
- el trafico de sustancias ilícitas ,
- el pronunciamiento de los organismos y gobiernos regionales latinoamericanos adeptos al proyecto anti-Estados Unidos,
- las maniobras de las Administraciones de Obama y Putin, y
- las declaraciones de los actores en las distintas organizaciones de la comunidad internacional.
Las reglas que están colocadas sobre el tablero y de fiel cumplimiento por cada uno de los actores son: la Carta Magna de Venezuela, la Carta Democrática Interamericana, y la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Dos hechos que no deben perderse de vista son la primavera árabe y las revoluciones de colores en Europa Oriental, porque alcanzaron la democracia con las movilizaciones populares utilizando la acción directa no-violenta.
El Ejercito puede ser que este “sumando cañones” mientras que los distintos factores de poder hacen su rol en un país que cambió el 12 de febrero, tanto como sucedió con el Caracazo el 27 de febrero de 1989.
Mientras tanto, la paciencia de un pueblo se agota por la escasez de alimentos, el alto costo de la vida, la violencia y un futuro sin soluciones a las necesidades primarias del diario vivir.
En consecuencia, es tiempo para tomar decisiones alineadas con el curso de la historia, en el que la libertad, la democracia, la sostenibilidad, la justicia, la inclusión, la independencia son los principios de acción.
Antonio de la Cruz es Director ejecutivo de Inter American Trends
@iatrends