¿Qué podemos decir de nuestro país cuando tenemos 18 muertos, un presunto número de torturados y detenidos y evidencias de que quienes han violado los derechos humanos estarían vinculados al mismo aparato del poder? ¿Cómo queda nuestra relación con lo establecido? ¿Es posible departir amigablemente con él, repitiendo ese idiota lugar común de que todo será investigado hasta sus últimas consecuencias y que se establecerá la verdad, “caiga quien caiga”, cuando sabemos que todo es un mero engaño retórico de quien habla para no decir nada? Me produce náuseas un régimen que celebra la actuación de sus represores. Estos aplausos son las notas descompuestas de la crueldad. Allí están las muchas evidencias digitales registradas por la ciudadanía. Serán aperitivos para la Corte Penal Internacional para los delitos de lesa humanidad. ¿Se puede insultar con que son productos fabricados en Miami? La verdad no se esconde tras el cinismo de los esbirros. Los actos contra la naturaleza engendran disturbios contra la naturaleza, decía William Shakespeare. Los hechos no se tapan con un dedo. Menos si ese dedo tiene las huellas que todos reconocen y acusan.
La arrogancia del poder lleva sólo a una distancia con el entorno. Meses antes de ser capturado, el tirano Saddam Hussein con sus impecables trajes cosidos en Londres, echaba tiros al aire en alguno de sus cuarenta palacios. Algún fino sombrero centroeuropeo le daba más derecho a sus patrañas. Tiempo después era un vulgar presidiario. Los segregadores de oficio, que dividen las sociedades entre suyos y traidores, no recuerdan que la exclusión se vuelve contra ellos. La justicia tarda pero llega. Los ricardos terceros que se pasan la vida coleccionando enemigos tienen la desventaja de que para ellos la amnesia no existe. La realidad nos está doliendo a todos: es más que una cachetada en el rostro. Los ojos del mundo democrático están sobre nuestro país. Pregúntense cuál es la opinión calificada: si la de las democracias occidentales, como la de los EE.UU o la UE, voces como la de Oscar Arias o Catherine Ashton, o la de los satélites de la chulería con el invasor cubano a la cabeza. Más que nunca en nuestra historia, “prohibido olvidar” es el mantra de los venezolanos para superar esta inaceptable y soez ficción de democracia.
@kkrispin