Pero había otro, más mordaz, se refería a la explicación de los “compatriotas” de Nicolás Maduro al inmenso placer experimentado por él todas las noches al entregarse a los brazos de Morfeo hasta pasadas las 10 de la mañana del día siguiente. Piadosamente decían entonces: “no le pongas reunión en la mañana. Él estudiaba en el turno de la tarde, no sabe levantarse temprano”.
A la pregunta de la periodista de CNN internacional, Christiane Amanpour, “¿Cómo duerme usted, señor presidente?”. Maduro ha reído y nos ha dicho que dormía como un bebé, probablemente recordando aquella vieja jodedera, con la misma risa de manganzón con la cual siempre admitía la verdad a la broma de sus compañeros.
Ante semejante confesión, Leonardo Padrón, explicablemente impactado, ha sentenciado: “Hay que ser muy cínico para tamaña respuesta. O un mitómano consumado.” Sin negar que Maduro acumule méritos de sobra para ambas calificaciones, me temo que en esta ocasión el destacado escritor no atinó en su juicio. A diferencia de lo que siempre hace, Maduro respondió con la verdad, no porque no le interesa lo que ha pasado ni lo que pase -que es verdad, no le importa-. Él reveló cómo dormía porque no entendió el fondo de la pregunta, de haberlo hecho le estuvieran retumbando los oídos a esta señora por los insultos que le hubiera espetado. Él dijo la verdad: duerme como un bebé, los estudiantes lo despiertan cada tres horas meado y cagado