Detrás de la tarjeta de racionamiento en realidad se esconde una tarjeta del hambre que busca solucionar mediante el control social el acceso a alimentos y bienes que en todas las sociedades modernas se realiza de forma libre. Sería muy distinto que el gobierno diseñara algún tipo de tarjeta para atender, focalmente a los grupos vulnerables de la sociedad, bien sea mediante una transferencia directa o el acceso a unos bienes, pero cuando se intenta masificar el control de la cantidad de alimentos y bienes estamos en un proceso inverso que deja al descubierto el fracaso del modelo de desarrollo impulsado por el PSUV.
Nuestro país atraviesa en estos momentos un ajuste económico y político brutal, con una mezcla de políticas neoliberales y comunistoides, que indefectiblemente conducirá a la pérdida de popularidad del PSUV y eventualmente, a la sustitución del modelo de desarrollo en el caso de que el PSUV rectifique, o la salida del poder del partido rojo si las cosas siguen como van. En el plano económico el SICAD 2 es en la práctica una maxidevaluación con fines fiscalistas, que explica las razones por las cuales el gabinete económico dejó que se disparara el dólar paralelo. Ahora, el BCV, PDVSA y las empresas públicas venderán los dólares oficiales no a la tasa de 6,30 o 11,30, sino a 60 o más. Esta devaluación no la realizó el paquete económico de Pérez ni mucho menos Caldera, con lo cual recurren a una medida típica del capitalismo salvaje.
Pero al mismo tiempo militarizan al país e imponen un régimen de mano dura, controlando la cantidad de bienes en la economía, tal cual ocurrió en la extinta Unión Soviética y ocurre a diario en Cuba. Un burócrata sentado en Miraflores decidirá cuántas arepas, pollo y queso habrá de consumir la gente en Machiques, Cumaná, Margarita o el centro de Caracas, con el añadido de que será sometido a un férreo control biométrico, para saber si firmó contra el gobierno, si protesta, es homosexual o empresario. El mundo descrito por Orwell en sus noveles apoyado en la tecnología.
Es imperativo para la sociedad democrática denunciar con fuerza el uso de estos métodos totalitarios de control social y llamar las cosas por su nombre. No es una opción existencial acostumbrarnos a las colas y a ser marcados como en la época de Hitler, sólo que de forma “electrónica “y “biométrica”.
La crisis está en plena explosión y el pueblo chavista compara día a día la ilusión de bienestar tenida cuando Chávez gobernaba con las colas y penurias del cabello-madurismo.
Como decía Talleyrand, las bayonetas sirven para todo menos para sentarse sobre ellas y el errático Nicolás Maduro no sólo se sentó sobre ellas, las abraza y duerme plácidamente creyendo que los militares le darán la paz social y el progreso que su gobierno no puede generar.
Carlos Valero
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