La situación en Venezuela se mantiene en tensa calma esperando las vías de la solución mediante el diálogo. Un diálogo que no parece querer concretarse debido a las enormes diferencias que separan a los políticos venezolanos.
David Padilla, elTOQUE
La paz se ha convertido en Venezuela en un producto como el pollo o la harina: de gran valor, escasea y muchos hacen cola por ella, o al menos dicen que la hacen. Su ausencia no viene por un proceso de dos días sino de una de serie de acciones sistemáticas acaecidas a través de los años de intentos para un diálogo como posible solución.
La paz se ha convertido en Venezuela en un producto como el pollo o la harina: de gran valor, escasea y muchos hacen cola por ella, o al menos dicen que la hacen. Su ausencia no viene por un proceso de dos días sino de una de serie de acciones sistemáticas a través de los años que se intenta un diálogo como posible solución.
Oposición y oficialismo, incluso desde artistas y cantantes como Cher hasta Gilberto Santa Rosa (pasando por Calle 13 y Jared Leto) reconocen que hay que conversar para obtener la anhelada tranquilidad. ¿Cómo sentar entonces a esas dos mitades del país que a simple vista parecen incompatibles, distantes, tan resbaladizas como el agua y el aceite? “Un mediador”, gritaría alguien en el fondo del auditorio al escuchar esta ponencia.
El catolicismo al rescate
La Iglesia Católica tiene un gran reto en Venezuela. Entre 72 y 88 por ciento de la población total se estima que son feligreses. En una entrevista reciente, el arzobispo de Caracas, cardenal Jorge Urosa, indicó que el diálogo era “necesario y posible”. Pese a que en el mismo texto mantiene una clara postura en contra del gobierno, no niega que los sacerdotes puedan mediar en toda la situación.
El problema es no ver los baches en esta calle desde ambas aceras. El Gobierno de Hugo Chávez ha mantenido confrontaciones con el catolicismo por temas que van desde el activismo político hasta la eliminación del subsidio a centros educativos religiosos.
Es el primer punto lo que ha causado quizás más comezón en los que usan la camisa roja. No es lo mismo que un hombre en sotana mencione durante la homilía el problema que se ha convertido conseguir leche a expresarse en contra de las políticas de la “Revolución”.
El ejemplo más reciente pudo verse durante la revuelta de febrero pasado con el Padre Palmar (ese personaje variopinto que siempre nos recordará cómo acompañó al “Comandante Supremo” en sus años mozos) que llegó a ser herido por acompañar en sus consignas a los estudiantes.
Ya no estamos hablando de un sector que ha visto todo lo ocurrido apoyado desde la baranda sino que también se ha sido afectado, como todos, por esa doctrina de “si no me apoyas, estás con el enemigo”.
De tú a tú
La última vez que la oposición y el oficialismo lograron un acuerdo fue en diciembre de 2013. En ese entonces, el gobierno de Nicolás Maduro y los alcaldes electos de las toldas que lo adversan hablaron.
No fue la conversación más fructífera pero llegaron a puntos en común, o al menos se miraron las caras y tomaron notas, como si se tratase de un choque entre autos y estuvieran intercambiando los datos del seguro.
Ése ha sido el único intento real de diálogo entre ambas partes. Después del mes de febrero, las conferencias de paz han tenido una tibia recepción por los factores políticos.
“Miraflores no es hoy un escenario para el diálogo y no lo será mientras sigan actuando bajo chantaje”, dijo en su momento el opositor Henrique Capriles. En entrevistas posteriores reveló que no asistía porque sería darle pie al festín de Maduro y su combo.
¿Cómo desarmar con la palabra si te dan el micrófono y lo retiras de tu cara porque las condiciones no son como las quieres?
El sector privado sí lo aprovechó. Lorenzo Mendoza, presidente (de las difamadas) Empresas Polar aceptó conversar y expuso, en 12 ilustrativos puntos, qué está mal en Venezuela y cómo se podría hacer para solucionar los problemas que realmente le competen.
El atrevimiento, bien argumentado, tuvo repercusión mediática e incluso incidió en las acciones siguientes del gobierno. Pese a que sigue la escasez, la inflación, la inseguridad y la represión, para ese momento fue más efectivo el tú a tú, el cara a cara, que estar hablando en pequeñas ruedas de prensa, que se difunden cada vez menos en los medios, asegurando que el contrincante tiene miedo a debatir.
Que nadie se engañe con las condiciones para hablar. No son las ideales pero al menos pudieran ser pequeñas ventanas donde el “rating” a los canales del estado venezolano obligan a cumplir, a mantener un discurso coherente a la situación.
Lo que nos queda
En 2003, tras el paro petrolero y de la actividad económica en Venezuela, fue un expresidente estadounidense, ganador del premio Nobel de la Paz, el que logró mediar en el conflicto criollo.
Por aquel entonces no había escasez de productos, no se eliminaba un canal de tv de la operadoras sin el debido proceso, o se reprimía las protestas con la intensidad con la que se hace ahora.
La OEA, con la fallida intervención de la diputada María Corina Machado, demostró de parte de quién está. Unasur nunca envió la comisión que prometió embarcar hacia nuestro país para analizar la situación. Esto deja el camino abierto para resolver todo desde adentro, sin mediadores, sin la tabla de la mesa que le hace falta a este par de patas tambaleantes.
Si hubiese alguno, una de las partes debe ceder en su criterio de “solvencia moral” para lograr integrarlo al diálogo para que finalmente ayude a solucionar este juego de “hashtags” en Twitter, de intolerancia y de desconfianza.
Por ahora vivimos en la tierra donde sigue siendo necesaria la paz tanto como el pollo y que requiere entender la frase que inmortalizó otro mandatario norteamericano: se puede ganar con la mitad pero no se puede gobernar con la mitad en contra.