Además de Estados Unidos y Canadá, Inglaterra y Alemania -que sepamos hasta hoy- han expresado claramente su preocupación por la situación venezolana. Los gobiernos de esos países han denunciado claramente violaciones maduristas de los derechos humanos y exigen con carácter de urgencia “un diálogo que acabe con la escalada violenta”.
En Estados Unidos el joven y ya muy destacado senador republicano Marco Rubio fue aún más allá que el Gobierno de Washington, con un amplio trabajo e investigación y propuesta de sanciones concretas, no contra el país sino contra los altos funcionarios responsables de la torpe y feroz represión, como debe ser.
Latinoamérica se refugia en el recurso poco confiable de la Unasur, una organización inventada por Lula Da Silva y Hugo Chávez, autoría que la descalifica de entrada para ser confiable por los opuestos al castrosocialismo. Ante las demostraciones –cifras, fotos, videos- de los brutales y letales abusos del Gobierno de Maduro, parece que sólo los cancilleres de Brasil, Ecuador y Bolivia permanecieron impertérritos. Pero el otro riesgo de Unasur es para el Gobierno, pues justamente por ser descaradamente promadurista cualquier propuesta de intermediación o facilitación entre Miraflores y los reclamantes compromete doblemente a Maduro, un caso diferente a las largas gestiones del entonces Secretario de la OEA, el colombiano César Gaviria, que terminaron en la descarada estrategia de Hugo Chávez de dilaciones del referendo revocatorio mientras rescataba su fuerza.
En general la actitud suramericana y del Caribe nos advierte clarísimamente la dura realidad de aquella afirmación de que los países no tienen amigos –mucho menos “hermanos”- sino intereses, y que la Venezuela de relevo cuando termine de desmoronarse el caos castrochavista, deberá mirar con mucho más interés a Panamá, Estados Unidos, la Europa no latina, al uribismo colombiano, al diario español El País, CNN y a las generaciones de relevo del Partido Republicano de Estados Unidos. Lo demás, compañeros, es monte y culebra venenosa.
Piensen un poco y concluirán en que una Venezuela renovada y en proceso de recuperar el tiempo y los recursos derrochados por el castrochavismo y el madurismo, acelerará su recuperación con la apertura democrática política, educativa y económica, y un firme fortalecimiento de relaciones económicas, diplomáticas y culturales con los que en estos momentos están demostrando claro e inflexible interés en el sostenimiento de los derechos democráticos; y con Israel, por supuesto, porque allí éstan la tecnología y el secreto del éxito cuando se tienen serios problemas.