Narra el Libro I de los Reyes el episodio bíblico en el cuál dos mujeres se disputan la maternidad de un recién nacido, ante lo cual Salomón, Rey de Israel, utiliza un recurso extremo para averiguar la verdad: el Rey pide una espada y le dice a las mujeres que, siendo imposible saber quién es la verdadera madre, picará al infante en dos para entregar una mitad a cada una. Ante esto, una de ellas manifiesta estar de acuerdo con la decisión mientras que la otra, al ver la espada levantarse sobre el bebe, implora detener aquel acto monstruoso y pide que el recién nacido le sea entregado ileso a la otra mujer. Entonces Salomón ordena que el pequeño sea entregado a la mujer que ha renunciado al niño para salvarle la vida, ya que era evidente que ésa era su verdadera madre.
El pasado jueves 10 de abril en el Palacio de Miraflores, el Gobierno Nacional y la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) realizaron la primera reunión cuya sola denominación, “diálogo”, ha sido el centro de la más viva controversia.
Quienes han criticado ferozmente esta iniciativa, aducen motivos que se pueden sintetizar en tres cuestiones: 1) sentarse con el Gobierno es una manera de “lavarle la cara”, 2) ¿cómo puede alguien sentarse con el agresor?, y 3) ¿por qué se va a sentar la MUD sola si esa instancia no me representa?
Hace unos días una persona me preguntó a través de un tuit: “¿Usted se sentaría a dialogar con el asesino de su hijo?” ¡Vaya pregunta! Les confieso que me hizo recordar, visitando de nuevo un pasaje bíblico, aquella pregunta que fariseos y herodianos le hicieran a Jesús de Nazareth: “¿es lícito pagar el impuesto al Cesar o no?”
Mi primera respuesta a la pregunta fue “como todo en la vida: depende”. De inmediato recibí varias respuestas que, palabras más palabras menos, señalaban que mi respuesta era “poco creíble”. Entonces les pregunté: “si de sus buenos oficios dependiera que no mataran a otro hijo, ¿se sentarían a hablar con el agresor?” El mismo asunto aplicaría a la pregunta: si su esposo ha estado preso por varios años y en los buenos oficios de un tercero existiera una esperanza de lograr su libertad, ¿apoyaría usted esa iniciativa?
El problema aquí es el hecho de limitarse a ver las cosas en blanco y negro, desdeñando los tonos grises que unen a estos extremos. Nos encontramos en medio de un verdadero conflicto, lo quieran reconocer o no ciertos sectores oficialistas. Es comprensible que algunas personas sientan indignación ante los hechos atroces que, dada la censura y autocensura a la que están sometidos los medios de comunicación, todos hemos podido presenciar gracias a las redes sociales. Qué duro es ante estos hechos el siquiera pensar que alguien se va a sentar a “dialogar” con quien uno considera su agresor, y más aun sintiendo que aquel mediador no me representa.
¿Acaso la madre del infante que nos narra el Libro I de los Reyes no sentiría también una gran indignación e impotencia ante la sola idea de tener que mediar con quien empuñaba la espada que apagaría la vida de su hijo, y además tener que ceder ante aquella mujer que quería arrebatarselo. Lo que ocurre es que, en ese momento, aquello representaba para esa madre la manera de salvar la vida de su pequeño; después vería que más hacía.
No quiero decir que nos encontremos en una situación igual a la descrita en la biblia. Sin embargo, podemos hacer algunos paralelismos. Hay un conflicto, el mismo es delicado y su desenlace es bastante incierto en cuanto a forma y tiempo. Mientras tanto, han muerto venezolanos y pueden morir más.
¿Qué hacemos entonces? La calle es un recurso legítimo, siempre y cuando su forma sea pacífica, como en la mayoría de los casos se está ejerciendo. De hecho, ese recurso es tan efectivo, que han buscado criminalizarlo llevándolo al terreno violento para así desviar la atención de los aspectos que lo impulsan. Sin embargo existen otros recursos que merecen ser explorados, y el diálogo es uno de ellos.
La MUD se presentó en Miraflores muy a pesar de todas las críticas que recibieron de bocas opositoras, durante los días que precedieron el evento. Al final, lo que los venezolanos pudimos ver en cadena nacional esa noche derribó todos y cada uno de los argumentos que sostenían el escepticismo que muchos guardaban con respecto a este proceso.
Para empezar, los representantes de la MUD dejaron muy en claro en sus intervenciones que ellos no estaban sentados allí en representación de sectores como el estudiantil, por quienes pidieron que se guardara todo el respeto que merecían. Ellos estaban allí representando a quienes se sienten identificados con las agrupaciones políticas que conforman la Mesa y a todos aquellos que, de una manera u otra, han decidido dar un voto de confianza a esa “idea” que simboliza la coalición de la unidad.
Los discursos de cada uno de los voceros de la MUD se enfocaron en apuntar, sin temor alguno y de manera muy clara, los principales problemas que en materia económica y social atraviesa el país, los cuales constituyen a su vez, los verdaderos motores de la protesta. En esto no se fue para nada “complaciente”, como algunos temían que podría suceder; por el contrario, se fue tan directo y crudo, que aquello logró incomodar de manera evidente a varios actores del Gobierno, quienes sólo pudieron intentar encontrar refugio al invocar la historia remontándose diez, quince y hasta veinte años atrás, como si el tiempo no hubiese transcurrido y no viviéramos hoy otras realidades. Allí no se lavó la cara de nadie, o al menos, no se abrió ningún chorro ni se dispenso jabón alguno para eso.
Que el hecho de sentarse allí no significaba que se abandonaría la calle, quedó también bastante claro; así fue dicho. Por el contrario, escuchamos palabras de respaldo a estas acciones pacíficas y se llevó a que algunos representantes del Gobierno reconocieran, nuevamente, en cadena nacional, la legitimidad de las acciones de calle.
Que se sentaron con quienes el mundo opositor señala como agresores, pues claro, estamos hablando de una instancia que no podía ser evadida; es más, hacerlo hubiese sido un gran error. Imagino que a estas alturas nadie, ni siquiera quienes en público les cuesta reconocerlo, puede negar que la MUD no desperdició un espacio –ganado gracias a la presión que dentro y fuera del país generaron las acciones de calle- en el cual, otra vez lo digo, en cadena nacional, pudieron expresar ideas, levantar reclamos, hablarle a todo el país y a la comunidad internacional, con el mayor de los respetos y sin usurpar ninguna representación más allá que la que le atañe, y todo esto con el Gobierno mismo sentado al frente, a regañadientas, obviamente, ya que este hecho constituye, por sí solo, un reconocimiento mundial a que en Venezuela existe un conflicto que va más allá de cuatro loquitos tratando de llevar a cabo un “golpe suave”. Cosa más cursi…
¿Qué seguirá a todo esto? Habrá que ver. Gafos no hay en ninguno de los dos lados. Todos saben qué está en juego. Uno de los representantes de la MUD dijo durante su intervención que él no tenía muchas esperanzas de que de allí saliese algo tangible, y que el que eso fuese o no así dependía de la voluntad del Gobierno.
Pero sólo la existencia de una mínima esperanza justifica que ese proceso se dé. Por ese motivo están sentados allí, además de la ya obvia victoria de haber echado mano de un espacio para hablar de frente y sí, otra vez, en cadena nacional, al Gobierno, al pueblo y a la comunidad internacional con la presencia de, nada más y nada menos, el representante designado por el Papa Francisco quien ofreció los buenos oficios del Vaticano para servir de garante del diálogo. Sabiduría Salomónica.
Félix L. Seijas Rodríguez
@felixseijasr