Colas se hacen todos los días, dijo uno de los vendedores. Hay que esperar, y poco a poco se vende la batería, pero es la única manera de cubrir las exigencias de los clientes, que llegan todos los días, de distintas partes del estado.
Se pudo conocer que sí está llegando este producto, que hay de 400-500-600 amperios, pero de manera regulada, de allí que no se puede vender de manera normal, hay un cupo diario, decisión que también se tomó luego que se observó que llegaba mucha gente a comprar pero no tenían necesidad del producto y apenas salían del establecimiento comercial la vendía. “Pero, imagínense, en Colombia dan hasta diez millones de bolívares”.
También se conoció que el día martes llegó una gandola con una buena cantidad, entonces comenzaron a vender 150 baterías diarias, pero incluyendo en la venta a los negocios pequeños del municipio y otras parte del estado, decisión que se repitió los días miércoles y jueves, pero el viernes hubo de nuevo la necesidad de regular la venta de este producto.
Se pide, como requisito indispensable, entregar la batería dañada, para hacer constar que de verdad la necesita, pero también atienden y buscan resolver algunos casos, como que al cliente le robaron la batería, ahí sí hacen las empresas distribuidoras excepciones.
En la mayoría de oportunidades hay existencia del producto, de allí que el negocio se abre todos los días para tratar, poco a poco, de cubrir la demanda existente en el estado Táchira.
Para vehículos particulares, los precios que figuran en la lista publicada en una de las distribuidoras son: 1.965 bolívares, 1.958 bolívares, 1.800 bolívares. 1.600 y 2.175 bolívares, y para vehículos comerciales, algunos de los precios registrados son: 6.000 bolívares, 3.800 bolívares y 4.800 bolívares.
“Hay de todos los amperios, pero hay que regular la venta”, dijo Gregorio Sánchez, vendedor del producto desde hace muchos años.
Uno de los compradores, quien necesitaba una batería para su carro Fiat-Palio, indicó que llegó el martes, a las seis de la mañana, se anotó y en unas horas se encargó de la lista. “Nos organizamos todos los presentes, es la única forma de lograr adquirir el producto. En principio no quería, ni creía, pero me tocó aceptar las condiciones”.
Detalló que la gente debe llegar a las seis de la mañana, anotarse y estar pendiente, luego debe regresar a las cinco, porque entre cinco y treinta y seis de la tarde vuelven a pasar la lista, allí debe estar la persona anotada o un familiar, para constatar que sigue su interés en comprar la batería. De no encontrarse, lo borran de la lista.
“Una vez la persona que tiene la lista consigue la batería, entrega los datos de las personas en cola a otra que quiera asumir la responsabilidad, quien se mantiene atenta hasta que también llegue su turno”, dijo.
Precisó que la lista ya tiene personas anotadas hasta el Miércoles Santo, y seguramente habrá que esperar hasta el lunes 21 de abril, para que de nuevo puedan hacer la lista.
Detalló que durante este tiempo observan situaciones no tan regulares. La más frecuente es que algunas personas llegan con el cuento de que van a cambiar la batería porque está en garantía, pero muchas ya se ven muy viejas, y aplican este mecanismo porque tienen a alguien conocido que les facilita la compra del producto.
Por su parte, una señora que vive en Barrancas y su esposo tiene un taxi Ford, modelo Malibú, también estaba en la cola desde el martes. “Ya no aguantaba más la batería de 1.000 amperios, cuando salíamos no encendíamos las luces del vehículos, tampoco escuchábamos radio, ya estaba a punto de ‘morir’ este aparato”.
Dijo también que no entendía por qué no vendían de manera regular las baterías, pues durante el largo tiempo que ha estado en el lugar se ha percatado que entran suficientes cavas con baterías. “Pareciera que no las quieren vender todas, con el propósito de generar desorden”.
Estaba tranquila, pues había pasado el número 18 y a su esposo le correspondía el número 19, y con paciencia le respondió a un señor que venía de El Piñal que debía hacer la cola y esperar, mientras levantaba su mano para despedir a unos de los señores que los había acompañado en la cola desde el martes, en una camioneta blanca, quien vive en Pregonero.