Desde que comenzó este cuento en 1992 con los dos fracasados golpes militares contra la democracia, si hay algo que ha rodeado a la revolución pirata es la muerte, lo fatal, la enfermedad, el cáncer. Es un gobierno fatídico. Y no podía ser de otra manera. Un gobierno cuyos líderes se hacen públicos a punta de balas y sangre no podía llegar al poder y ejercerlo de manera diferente. Cada vez que necesitan sacar su parte oscura que es casi todo el tiempo, la sacan sin que les tiemble el pulso. Matan y dejan matar. Así de sencillo.
Lo hicieron en abril del año 2002, lo hicieron durante el paro, durante la recolección de firmas para el revocatorio. No es que han reprimido. Eso es juego de muchachos. Han matado y parejo. Como ahora. Desde que le metieron la tremenda pita a Maduro, al heredero del desastre, el hijo del comandante muerto, en Margarita cuando la Serie del Caribe se intuyó que el ambiente estaba raro y que no había miedo. Hubo presos como es natural, pues al día siguiente se metieron los machos del proceso: los cubanos. Ir a protestar contra los cubanos es pecado. Las señoras celosas se molestan y salen a reprimir. Pero una cosa es reprimir y otra matar como lo han hecho desde el 12 de febrero. Ya está establecido, aunque no hay seguridad de juicio justo, que los matones del 12 de febrero fueron funcionarios vinculados al ministerio que debe preservar la vida de los venezolanos, pero en la práctica hace lo contrario. Interior, Justicia y Paz es el pomposo nombre del despacho que en el papel se traduce así: Interior de la urna, Justicia en el más allá y paz en el cementerio. Porque una cosa es matar, como en efecto hacen y otra es dejar matar como también hacen.
En esa segunda franja entran los colectivos paramilitares, también alcahueteados por la justicia castrocomunista. Matan parejo y no pasa nada. Los defienden. ¿Pruebas? Están regadas por todas partes, pero no hay justicia y de eso se valen. O, al revés, la justicia es de los malandros. Y eso basta. Lo demás en propaganda, mesa de diálogo y contra información.
Pero además están los malandros de profesión. Los criminales. Veamos el número de asesinatos cometidos en Venezuela por año. 5.868 en 1999. 8.022 en 2000. 7.960 en 2001. 9.617 en 2002. 11.342 en 2003. 9.619 en 2004. 9.964 en 2005. 12.257 en 2006. 13.156 en 2007. 14.528 en 2008. 16.047 en 2009. 17.600 en 2010. 19.336 en 2011. 21.592 en 2012 y 24.763 en 2013.
Como se ve, el dejar matar también es un arte. Claro que ayuda la incapacidad y la alcahuetería de los gobernantes; pero es un arte. ¿Cómo ocurre esto sin que la gente se moleste lo suficiente como para hacer temblar a estos irresponsables comunistas?
Por eso decimos. Es un arte.
Publicado originalmente en el diario El Universal (Caracas)