Murales del mundial realzan Río de Janeiro

Murales del mundial realzan Río de Janeiro

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El graffiti es un arte vivo en Río de Janeiro, una ciudad que decidió recientemente apoyar y organizar la expresión mural, lo cual genera encontronazos con un medio que defiende su libertad.

A imagen de Barcelona, Nueva York o Sao Paulo, la ciudad más poblada de Brasil, Río tiene al barrio bohemio de Lapa como espacio de exposiciones permanente, y una gran riqueza de pinturas callejeras, liderada por su musa Anarkia Boladona, una joven que ha ganado un sinfín de premios internacionales.





Rio decidió ir más lejos que el movimiento de liberalización del arte urbano, iniciado por la ley federal de 1998 que lo despenaliza.

El alcalde Eduardo Paes firmó en febrero pasado el decreto “GrafiteRio” que autoriza los graffitis en los lugares públicos que no son parte del patrimonio histórico (a condición de que no contengan ningún mensaje publicitario, pornográfico, racista, discriminatorio o de ofensa religiosa). Mantiene no obstante la prohibición de ‘tags’, las firmas estilizadas.

Otras novedades: un Consejo carioca del Graffiti, un Día del Graffiti cada 27 de marzo y la creación de un catálogo de obras en internet, StreetArtRio, con más de 500 artistas.

Muros prohibidos en el Jockey Club 

Como en Sao Paulo, donde se pinta actualmente una larguísima galería a cielo abierto que lleva al Arena Corinthians en construcción -el estadio donde se disputará el primer partido del Mundial el 12 de junio- Rio confió a los grafiteros la decoración exterior de tramos enteros de su metro.

Tras la “Copa del graffiti” en 2012 (300 artistas grafitearon un tramo de 5,4 km), la alcaldía lanzó el 27 de marzo un proyecto de mayor amplitud, “GaleRio”: a cambio de una retribución financiera, 130 artistas ilustran 40 kilómetros a lo largo de la Línea 2 del metro, bajo el tema del barrio que el tren atraviesa.

Pero el medio del streetart, que se dice underground, muchas veces cercano al anarquismo, se confiesa tradicionalmente reticente a toda voluntad de control exterior, sobre todo de parte de un alcalde bastante impopular.

Y algunos sospechan que Eduardo Paes quiere poner un marco al graffiti para alejarlo de los barrios chics y turísticos de la zona sur, los emblemáticos Copacabana, Ipanema y Leblon.

Desde el mes de marzo, primera polémica: los grafiteros no apreciaron que se borrase una parte de las obras pintadas en los muros que rodean el Jockey Club, lugar emblemático del graffiti carioca, pero clasificados como monumento histórico por la alcaldía.

“¡Qué tristeza lo que han hecho con los muros del Jockey Club! ¿Cómo quieren que les tengamos confianza?”, dice a la AFP “Fiuz”, un joven grafitero.