“Los mejores carecen de convicción y los peores están llenos de apasionada intensidad”.
(W.B. Yeats, 1865-1919)
El jueves fue un día histórico en los anales del ciclismo colombiano.
Un joven antioqueño, de 27 años, Rigoberto Urán, se impuso en la etapa número 17 de la vuelta a Italia, una durísima prueba de “contrarreloj individual”. Por primera, vez desde que los colombianos se aficionaron masiva y fervorosamente a este deporte, durante el fatídico 1948, año de la la muerte de Jorge Eliécer Gaitan que precipitó a este país en el que quizá sea el confilicto interno armado más prolongado del planeta, un colombiano lidera el Giro italiano.
Para mí, venezolano que durante años ha vivido con un una aurícula de mi corazón ( a veces la izquierda, otras la derecha) siempre atenta a Colombia, resulta llamativo cómo el nacimiemto del fervor de nuestros pueblos por ciertos deportes puede asociarse al ingreso de las masas en nuestras respectivas historias.
Del mismo modo que en Venezuela pudo fecharse el despegue definitivo del béisbol como pasatiempo nacional en octubre de 1941, con el triunfo en La Habana de una novena venezolana en el IV Campeonato Mundial de Béisbol Amateur, justo el mismo mes y año en que nacía Acción Democrática, decano de los populismos progresistas, así un equipo colombiano de ciclismo, integrado por un puñado de humildes aficionados, ganó la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos del 48 y con ello comenzó la masificación de un deporte tan idiosincrásicamente colombiano que pudo prosperar aún en las entonces inexistentes carreteras de este país montañoso y durante los sangrientos años cincuenta en que hizo crisis de fibrilación el centenario bipartidismo colombiano.
La leyenda fundacional quiere que Efraín Forero, un ciclista silvestre, nativo de Zipaquirá, Cundinamarca, y que con el tiempo llegaría ser apodado el”Zipa Indomable”, haya propuesto a Enrique Santos Castillo, por entonces jefe de redacción de El Tiempo, que el diario auspiciase y organizase la primera vuelta ciclística a Colombia. La propuesta surgió, al parecer, en el curso de una tertulia en el legendario “Café Pasaje”, una noche de 1950. Al año siquiente, el “Zipa” Forero ganaria la primera vuelta a Colombia, inaugurando una lista de ídolos colombianos en la que “Cochise” Rodríguez, Alvaro Pachón, Nairo Quintana y, desde el jueves pasado , “Rigobéitor”Urán, no son los únicos ni serán los últimos.
Lo asombroso para mí es que desde los tiempos del “Zipa” Forero, a ningún desalmado en este país de notables desalmados de las FARC como “Tirofijo” Marulanda Vélez, o paramilitares como Carlos Castaño (a) “El Fantasma”, se le haya ocurrido nunca boicotear la vuelta, mucho menos secuestrar, a tanta estrella mundial como las que han participado en el giro neogranadino. Algo que se me escapa querrá decir esta singularísima contención del espíritu belicoso de mis hermanos colombianos. Pero esta nota, que comenzó ciclista, quiere más bien ocuparse de otra vuelta: la primera de las elecciones presidenciales colombianas que tendrá lugar este domingo.
2.-
La noche del jueves en que Rigoberto Urán se colocaba el maillot rosado del líder, tuvo lugar el debate televisado entre los cinco candidatos a la presidencia. El debate,organizado por RCN y la revista “Semana”, sirvió para corroborar que el fantasma de la antipolítica, esa insidiosa forma del desencanto, la indiferencia y la retracción cívica, recorre Colombia peligrosamente.
Mientras miraba el duelo a machetazos verbales entre el presidente Santos, aspirante a la reeleción, y Oscar Iván Zuluaga, el inquietante subrogado del satánico Alvaro Uribe Vélez, un aforismo de Gorge Bernard Shaw vino a sentarse en la trastienda de mi mente.
“La democracia –hace decir el zumbón dramaturgo irlandés a uno de sus personajes – sustituye el nombramiento hecho por una minoría corrompida por la elección hecha merced una mayoría ignorante e incompetente”. El lector puede aquí hacer una pausa, tramolar la frase y meditar en ella mientras yo rebusco en los diarios amontonados en la habitación del hotel un artículo del novelista colombiano Juan Gabriel Váquez.
¡Ah!, aquí está el fragmento que quiero compartir con la fanaticada caraqueña del doctor Uribe: “Las del domingo no son unas elecciones presidenciales : son un examen de la salud mental y moral de este país.”
De no prevalecer el buen juicio que otorgue tiempo a un proceso de paz que, a diferencia de todos los anteriores, luce razonablemente bien encaminado, una mayoría del país, hastiada con razón del descalificatorio vendaval de estiércol que han protagonizado Santos y Zuluaga, puede, en el curso de tres semanas, infundir de nuevo a la política colombiana la lógica de la guerra sin atender a los indiscutibles beneficios económicos y sociales que la paz traería consigo.
Ni Santos, el presidente candidato, promotor de las negociaciones de La Habana, ni ninguno de los tres candidatos sin opción en la primera ronda, todos convencidos de la necesidad de la paz como condición de la prosperidad, ha logrado hacer valer en el ánimo de sus compatriotas las muchas razones que hay para votar por ella.
No soy nada optimista y por eso termino citando a otro irlandés, el poeta W.B.Yeats (1865-1939), premio Nobel de Literatura en 1923. Espumo la cita de su poema “La Segunda Venida”:
“Los mejores carecen de convicción y los peores están llenos de apasionada intensidad”.
Bogotá, mayo de 2014
Ibsen Martínez está en @SimpatíaXKingKong