Para el brasileño, la manera habitual de referirse a la Copa Mundial es mediante la numeración. Hablan del tetra, del penta. AP/ERIC NÚÑEZ
La Copa de 2014, la primera en la que son los anfitriones en 64 años, tiene como último objetivo alcanzar el hexacampeonato, una asignatura pendiente desde aquella noche en Yokohama en la que Ronaldo y compañía, bajo la tutela del técnico Luiz Felipe Scolari, conquistaron el quinto título tras vencer a Alemania.
Recibir el Mundial nuevamente debería ser objeto de efervescencia en este país, pero sensaciones de pura indiferencia y hasta desprecio han marcado la antesala al partido inaugural, en el que la ‘verdeamarela’ enfrentará el jueves a Croacia.
Después de crónicos atrasos y protestas, el balón Brazuca finalmente rodará en el Itaquerao, un estadio que se ha convertido en el símbolo del borrascoso periodo de siete años que tuvieron los organizadores para tenerlo todo listo.
Según sondeos de opinión, hasta seis de cada 10 brasileños son del criterio que el Mundial no fue una idea brillante. Muchos creen que la inversión de 11.500 millones de dólares debió destinarse a la infraestructura de educación y salud, y no a construir estadios en ciudades como Manaos y Brasilia que se exponen a convertirse en elefantes blancos.
Pero una vez que Neymar, el habilidoso delantero de 22 años que se presenta como el talismán de la selección, y demás compañeros salgan a la cancha, casi seguramente los presentes dejarán a un lado cualquier atisbo de animadversión hacia la FIFA o sus gobernantes para alentar a los suyos que buscarán la sexta corona y de paso convertirse en los primeros anfitriones que obtienen el título desde Francia en 1998.
Fue lo que ocurrió en la final de la Copa Confederaciones hace un año, luego que en pleno torneo estalló una oleada de protestas antigubernamentales. En un momento que erizó la piel, los 70.000 aficionados cantaron a todo pulmón el himno nacional y dos horas después se celebraba la victoria ante España.
Salir campeón es la obligación en el único país que ha participado en cada uno de los mundiales.
“Todos estamos impacientes de ponernos en marcha, contando los días”, señaló el martes el mediocampista Ramires desde el cuartel de concentración de Brasil, enclavado en una zona montañosa a hora y media de Río de Janeiro. “Sabemos que la gente le tiene fe a nuestra selección y que nos apoyan. Tenemos que hacer lo que sea para ganar esta Copa. Es lo que todo el mundo espera de nosotros”.
La última vez que Brasil montó el Mundial fue en 1950, con un fiasco como desenlace al sucumbir ante Uruguay en el partido decisivo.
Brasil parte en el lote principal de favoritos para atrapar el título que España obtuvo por primera vez hace cuatro años en Sudáfrica. Sus adversarios de mayor cuidado son los de siempre. España apunta a la fabulosa gesta del doblete Mundial-Eurocopa. Su archirrival Argentina tiene a Lionel Messi y se desvive por consagrarse campeón en la casa del vecino. Alemania, Italia y Francia se anotan como aspirantes para ser el primer europeo que logra coronarse en territorio americano.
El que Brasil esté insertado en ese grupo era algo casi impensable hace 18 meses. Exento de disputar las eliminatorias sudamericanas, el equipo se fue diluyendo bajo la conducción de Mano Menezes hasta que en noviembre de 2012 se tomó la determinación de despedirlo y traer a Scolari al rescate. En los mundiales posteriores a la consagración de 2002, Brasil capituló en los cuartos de final.
Para levantar el trofeo de oro sólido de 18 quilates, Scolari dependerá del vértigo de Neymar en el ataque, la sagacidad del mediocampista Oscar y el temple de Thiago Silva en la retaguardia.
Al iniciar su andadura mundialista en el Grupo A, Brasil saldrá con el mismo once titular de la final de la Confederaciones. Le antecede una racha positiva, con 15 victorias en sus últimas 16 partidos.
El primer examen será Croacia, que no ha vuelto a tener impacto en los mundiales desde su sorprendente avance a las semifinales en 1998. Su baluarte es Luka Modric, el centrocampista que acaba de ganar la Liga de Campeones con Real Madrid.
Los croatas arrancan con varias bajas sensibles. Su delantero Mario Mandzukic purgará una fecha de suspensión por haber sido expulsión en el cierre de las eliminatorias. Tampoco estará el defensor Josip Simunic, sancionado 10 partidos por ponerse a entonar cánticos nazis con aficionados. Y el veterano volante Niko Kranjcar debió ser descartado por una lesión muscular.
Su técnico es Niko Kovac, quien asumió las riendas justo para doblegar a Islandia en el repechaje tras el despido de Igor Stimac.
Kovac se animó con el irregular desempeño de Brasil en la victoria 1-0 ante Serbia en su último fogueo.
“Brasil lució algo despistado ante los serbios y ya se palpa la presión de que no puede fracasar en casa”, dijo Kovac. “Pareciera que no su obligación no sólo se limita a ganar todos sus partidos, pero también con un fútbol vistoso y es ahí donde podemos tener una oportunidad. Mientras más resistamos, ellos se pondrán más ansiosos”.
México y Camerún, los otros dos integrantes de la llave, se medirán el viernes en Natal.