Cataluña: “ni monárquica, ni española”

Cataluña: “ni monárquica, ni española”

(foto AFP)
(foto AFP)

“Aquí, en Cataluña, no somos monárquicos ni españoles”, exclama Josep Clos, propietario de un bar de Cervera, una pequeña ciudad de esta región del noreste de España ganada desde hace dos años por el fervor independentista.

Absortos en la lectura de los periódicos, el portátil o en conversaciones sobre la situación económica de la zona, los pocos clientes del local ignoraban el jueves la retransmisión televisiva de la ceremonia de proclamación del rey Felipe VI de Borbón, que se llevaba a cabo en Madrid.

“No me siento monárquico, por eso no lo sigo. No digo que no me interese, simplemente no entiendo por qué tenemos que poner un rey que viva de nuestros impuestos”, explica Ramón Pérez, un profesor de 42 años, apartando por unos momentos la vista del portátil con el que trabaja.

“Todos son unos impresentables. Yo ya soy mayor, he vivido muchos desengaños como para que un cambio de rey me dé ilusiones de que algo cambiará para Cataluña”, afirma Clos, de 66 años.

La presión independista se acentuó en los últimos años con gigantescas manifestaciones en toda Cataluña, una comunidad autónoma de 7,5 millones de habitantes, con un PIB que representa cerca de un 20% del total del país.

Y la tensión está al rojo vivo desde que el presidente de la región, Artur Mas, anunció un referéndum de autodeterminación para el 9 de noviembre, que el gobierno español pretende impedir por anticonstitucional.

En Cervera, los sentimimientos de desafección hacia Madrid han llevado al ayuntamiento a proponer retirar el título de conde de Cervera al heredero de la corona española, que desde este jueves recae en la pequeña princesa Leonor, de 8 años, hija de Felipe y de la reina Letizia.

“A mí me parece bien (abolir ese título nobiliario). No entiendo por qué lo era. Aquí lo que queremos es independizarnos”, dice Carolina Codina, de 18 años.

– “Ciudad traidora” –

Pero 300 años atrás, la situación era muy diferente.

Al terminar la guerra de Sucesión en 1714, en la que Cataluña se rebeló contra Felipe V, primer rey español de la dinastía Borbón, Cervera fue la primera ciudad catalana en mostrar su lealtad al vencedor, que abolió las instituciones de autogobierno locales.

Ese apoyo les valió a los cerverienses el apodo peyorativo de “botifler”, que se aplicaba inicialmente a los partidarios locales de la dinastía borbónica y que se generalizó como sinónimo de “traidor a Cataluña”.

“La animadversión hacia los Borbones aún existe. A menudo se los culpa de todos los males históricos de la región”, explica Joan Botella, catedrático de ciencias políticas.

– En el bar Felipe V –

Esa hostilidad también se respira en esta pequeña capital comarcal rodeada de campos y valles poco profundos.

Una gran bandera independentista ondea en la entrada del pueblo y en el ayuntamiento. Solo el majestuoso edificio de la universidad Felipe V, fundada por el monarca en recompensa por la lealtad de la ciudad, y un bar anexo que también lleva su nombre, recuerdan que hubo otros sentimientos en la ciudad.

Dentro del bar, dos parroquianos se mofan de la ceremonia mientras su propietario, Xavier Cañete, monárquico, los mira con mala cara.

“Creo que Felipe será un buen rey. Lo que pasa es que aquí la gente piensa solo en independencia pero ningún rey dará la independencia a Cataluña. Además, no nos conviene”, afirma, aunque su opinión parece minoritaria.

Josep Trilla, un oficinista de 38 años, disiente.

“Para mí todo esto es una operación de maquillaje para seguir con lo mismo, la famosa unidad de España”, critica.

En su discurso de proclamación, Felipe VI mostró su “fe en la unidad de España”, apeló a que “no se rompan nunca los puentes del entendimiento” y alabó la “diversidad” del país.

Conocedor de la región y de su idioma, muchos esperan de él una mediación aunque su poder de acción es limitado.

“Decidir no puede decidir. Pero puede fomentar el diálogo y es este clima de entendimiento el que hace falta”, explica Jordi Matas, politólogo de la Universidad de Barcelona.

“Pero el problema se ha enquistado tanto que difícilmente una maniobra del jefe de Estado puede llevar a renunciar al referéndum”, precisa. AFP

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