A mediados del año pasado, Ideas de Babel comenzó la tarea de consultar la opinión de varios amigos gastrónomos sobre los diez mejores restaurantes del Caracas. Conocedores como Gustavo Tarre, Alejandro Martínez Ubieda y Fabián Lugo ofrecieron sus respectivas selecciones, con un nivel de coincidencias bastante notable. Otros amigos, que en principio habían aceptado la tarea, declinaron la invitación por considerar que las condiciones para evaluar una casa de cocina son prácticamente absurdas. Al principio no estuve de acuerdo, pero con el paso de los seis primeros meses de 2014 confirmo el inmenso deterioro de la restauración local, no tanto por la ausencia de talento, trabajo y disciplina de nuestros cocineros y empresarios gastronómicos sino porque la inflación, la escasez y el control de cambio tornan muy difícil ejercer este oficio. Si el país se encuentra en crisis, cómo no va a estar en crisis el sector restaurador.
La oferta de etiquetas en las cartas de vinos se ha visto reducida de manera notoria, en correspondencia con la reducción de importaciones por falta de divisas. Los vinos de calidad notable se han vuelto inaccesibles y los caldos de nivel apenas aceptable se expenden a precios que mueven a duda. El caso más notable es el de Vinósfera -muy respetado cuando era conducido por María Fernanda Di Giacobbe- que tuvo que cambiar de concepto y alejarse del vino para optar por los destilados. Algunas cavas legendarias, como la de Le Gourmet en el Tamanaco, luchan para mantener su estándar de oferta de caldos como antes. Pero la mayoría de los restaurantes caraqueños no pueden sostener sus niveles de hace un año o dos. ¿Cómo se puede evaluar la carta de vinos de una local caraqueño bajo estas condiciones?
La situación es parecida en el campo de las importaciones de materia prima o de productos acabados, como las pechugas de pato, el bacalao, los quesos europeos o los jamones ibéricos. Cuando se tienen las divisas para adquirirlos -cada vez con mayor dificultad- sus precios se disparan a una velocidad mayor al incremento salarial de la oblación. Muchos aficionados a la buena mesa han limitado sus salidas a comer por esta razón. Ahora prefieren reunirse con los amigos en sus hogares. Y esta conducta se refleja en la vida económica de nuestros restaurantes. Quien haya estado últimamente en Leal, Chez Wong, Palms, o Amapola podrá apreciar que siguen teniendo su clientela fiel… pero no como antes.
Lo curioso es que existe un grupo de comensales que acude a las mejores mesas de la ciudad y consume de forma desproporcionada y a los precios más altos. De comer carne a la parrilla tomando escocés de 18 años han pasado a comedores más sofisticados. Son los privilegiados de la nueva oligarquía petrolera del chavismo, aquellos que han hecho negocios obscenos a la vera del régimen económico que lidera Rafael Ramírez. Hay magnates que pagan todo sin rubor alguno.
Bajo estas limitaciones, pienso que los mejores restaurantes de la ciudad siguen siendo, en orden alfabético, Alto, Amapola, Astrid y Gastón, Ávila Tei, Bar Basque, Chez Wong, El Comedor del ICC, El Mesón de Andrés, Hajillo’s, Leal, Le Gourmet, Palms, Urrutia. Aún no he ido a Revoveco en Galipán.
Creo que Caracas ha perdido el brillo culinario que tuvo en otros tiempos, sobre todo si lo comparamos con la intensa y amplia vida gastronómica de Lima, Bogotá, Santiago, Buenos Aires y ni hablar de Sao Paulo.
En próximas ediciones, un equipo de Ideas de Babel seleccionará, con las limitaciones señaladas, los mejores restaurantes caraqueños por tipo de comida.