Encontrada habitualmente en conciertos de rock, espectáculos de teatro alternativo o salidas con amigas, la futura reina de España deberá dejar atrás su vida de princesa “moderna” para convencer en su nuevo rol a base de perfeccionismo y responsabilidad.
Con una cazadora de cuero negro y unos tejanos marcando su extrema delgadez, la princesa Letizia se mezcló entre el público del concierto del grupo de rock estadounidense Eels en abril de 2013. Unos meses antes, se unió a los espectadores de la histórica banda de música independiente española de los años 1990, Los Planetas.
Vista en el principal festival veraniego de rock o en los bares de copas de Madrid, la nueva reina de España ha podido mantener en los últimos años sus aficiones poco comunes entre la realeza europea sin demasiadas molestias.
Pero “sobre todo el año pasado” estas salidas llegaron a oídos de los españoles, mientras los medios se hacían eco de los rumores de una “crisis” entre el príncipe Felipe y la que es su esposa desde 2004, explica José Apezarena, autor de un libro sobre la pareja publicado recientemente.
Entonces, la Casa Real “le trasladó a la princesa que la repetición de estas salidas había provocado comentarios de que algo no va bien”, afirmó el escritor.
Nacida el 15 de septiembre de 1972 en una familia de clase media, Letizia Ortiz, divorciada, rebasaba la treintena cuando conoció a Felipe. Antes tuvo tiempo de forjarse una exitosa carrera periodística como presentadora del informativo de la televisión pública y de afinar sus gustos.
“Era una periodista, una mujer de su tiempo, muy formada, muy leída”, señala Cote Villar del periódico El Mundo.
“Cuando se casó no sabía donde se metía. No era tan consciente de todo lo que implicaba. Estos diez años le han servido para aprender que el cargo que va a ocupar supone una gran renuncia y una gran responsabilidad”, explica la periodista.
“Desde que en enero el rey les informa que va a abdicar, ella no ha vuelto a hacer una salida de estas. Es la mejor prueba de que es perfectamente consciente” de las implicaciones de ser reina, añade.
Una sensibilidad distinta
Letizia afronta su nuevo papel como “un verdadero oficio y aplica criterios y esquemas de trabajo parecidos a los de su profesión anterior”, destaca Apezarena, quien recuerda que el entorno de la futura reina la define como alguien “responsable” y “muy perfeccionista” desde su juventud.
Como esposa del príncipe, participa en las reuniones semanales de la Casa Real. Al no proceder de la nobleza y mantener el contacto con sus antiguas amistades, Letizia “aporta una sensibilidad distinta”, señala el escritor.
Y en lo privado, consigue “llevar al príncipe a su terreno: ahora va a ver unas películas y unas obras donde no se le había visto nunca”, explica Villar.
A pesar de este toque de modernidad inyectado en palacio, en público Letizia sigue mostrándose tensa, temerosa de dar un paso en falso y “demasiado pendiente de lo que dicen de ella”, opina la periodista.
Fría y distante para algunos, es el miembro de la familia con menor popularidad, aunque un sondeo publicado tras el anuncio de abdicación de Juan Carlos, el 2 de junio, mostraba una ligera mejora.
Según Apezarena, su ascenso al trono puede realzar su imagen al no haber cometido grandes errores como princesa y haberse labrado una buena reputación en su entorno más próximo que, sin el filtro de los medios a veces “excesivamente críticos”, aprecian su buena actitud.
“No es lo mismo ser princesa que ser reina. La van a ver con otros ojos, y seguramente con un poco más de comprensión, porque mientras eres el candidato, te están examinando”, señala. Después del anuncio de la abdicación, “los medios españoles ya nos hemos puesto mucho más cariñosos”, admite Villar.
El jueves, cuando su esposo sea investido como Felipe VI, esta hija de taxista se convertirá en reina. Para entonces, Letizia, de quien todos alaban su elegancia, no tendrá problemas en cambiar sus tejanos para enfundarse un vestido de gala guardado como el mejor de los secretos. AFP