En “Sobre el Cielo y la Tierra” (2010) el Rabino Abraham Skorka reflexiona con una línea llena de claridad, que a nuestros efectos, puede aportar un acto de cavilación política dentro de la Unidad: “por un lado nos gusta decir que somos seres que tenemos libre albedrío y cuando nos conviene le preguntamos al Señor dónde está que no hace nada, ante la barbarie humana”.
Revisaba en estos días un par de entrevistas al sociólogo español Manuel Castells, en las que argumentaba sobre el decisivo papel de la comunicación en la sociedad, su fundamento como vaso conector entre los seres vivos y la obligación apremiante de asumir que el poder, en toda su naturaleza y esplendor, no es más que un hecho comunicacional.
Comprender que el uso del lenguaje define cualquier acción y respuesta, que el mundo gravita en torno a imágenes, palabras y percepciones, que los estímulos y sensaciones condicionan el proceso interpretativo en la vida humana, es decisivo en tanto y en cuanto se entienda que como máxima de la civilización, debemos aprender a comunicarnos en grupo. Y comunicarse es escuchar, hablar, dar vida a un proceso de entendimiento, evitando los ruidos propios de una situación tan antagónica como la cotidianidad venezolana y la hostilidad de la dictadura.
El país, en su paupérrimo y muy lamentable estado de agonía, clama por un eficiente y positivo proceso comunicativo entre quienes lideran la Unidad. Más allá, transpira el deseo de la Unidad total. Mostrar una opción coherente, uniforme, activa, contestataria, ponderada y operativa en toda la geografía, es el deber del grupo que dirige la política opositora.
No es hecho inédito, ni evento que requiera el paso por la guillotina de algunas cabezas, como han querido mostrar algunos entusiastas del quinta columnismo en la prensa, sino una reingeniería sana y además necesaria para el buen funcionamiento del grupo.
Utilizaré la expresión de un colega: “existen nulidades engreídas” con el interés de que las islas sigan separadas (recordando aquella caricatura de EDO en la que aparecen varios islotes simulando las diversas corrientes del pensamiento opositor). Sepamos, y dejémoslo bien claro, que cualquier intento por alentar la división de la Unidad es un hecho ajeno a la aspiración del pueblo venezolano; que en no pocas ocasiones, ha dejado claro que cuando el planteamiento es organizado y se restea toda la alternativa por una causa justa, la mayoría lo sigue (Reforma Constitucional 2007, Parlamentarias 2010).
Los últimos llamados del alcalde Antonio Ledezma tienen un valor muy importante, similares a los del Dr. Ramón Guillermo Aveledo, y en definitiva cónsonos con la apreciación que hacen las bases partidistas e independientes: la MUD requiere de un replanteo, una revisión importante y rápida en la que todos se sienten a hablar clarito y cohesionar un mismo programa. Éste debe estar fundamentado en el espíritu del intenso activismo político nacional, desparramado en toda la geografía y con un mensaje consistente, soportado en los graves problemas sociales, que son punto de encuentro de todo el pueblo.
Repensar la Unidad amerita entereza, desprendimiento y mucha escucha activa. Eliminar la altisonancia y el áspero lenguaje que mira por encima del hombro a los comunes. Si una propuesta dista de la otra, pero todas tienen el mismo fin, ¿por qué no buscar el camino que las encuentra? Es tiempo de agendas únicas e incluyentes, tiempo de entrega y definición. En fin, tiempo de declararle la guerra a los egos y rescatar la nación.
Ángel Arellano
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