Nicolás Maduro ofrece una reforma burocrática en momentos en los que urgen acuerdos políticos. Tal vez, haya que decirle que Venezuela necesita concretar un consenso sobre su presente y futuro inmediato, antes que una reingeniería organizacional. Pero lo cierto es que el presidente confunde los problemas de orden político con los técnicos. Lo cual indica que mientras ejerza la jefatura del Estado, la crisis no tendrá solución. Pues el crack es político y no lo entiende. Está en jaque un proyecto de país, no el fracaso de unos cuantos ministros. Por eso, de continuar gobernado Nicolás Maduro las desgracias de hoy serán recordadas como el prefacio rosado de una tragedia colosal. Sin embargo, el descalabro de la nación no se resuelve con acciones insensatas. Que la vida en esta sociedad se encuentre en estado de coma lo único que significa es que la salida no puede ser apurada, irreflexiva y menos aún sin garantías de éxito. Pretender que Nicolás Maduro salga a punta de fusil o permitir que unos pocos activen una constituyente es cerrarle las puertas a la transición.
La promesa de Nicolás Maduro de realizar una reforma total del gobierno indica que no ha comprendido el meollo de la crisis. Él supone que puede pasar el trance modificando organigramas, reciclando ministros o invirtiendo en nuevos proyectos. Por supuesto, promete modificar el sistema cambiario y la rutinaria devaluación. El presidente espera reflotar su gobierno pro cubano con medidas administrativas, económicas y técnicas. Con lo cual comprueba que sigue sin aceptar que cualquier decisión que tome dará al traste como ocurrió con SICAD II o con la recuperación del sistema eléctrico. Nicolás Maduro no asimila que su problema es político: Su militancia y subordinados no obedecen aquello que les ordena; pero sobre todo, la población está en desacuerdo con su visión.
El presidente no tiene auctoritas para pedirle al pueblo que cierre filas para encarar la crisis. De hecho, carece de liderazgo para dirigir a sus funcionarios y comprometer a los electores del Polo Patriótico. Nicolás Maduro esconde el desfondamiento de su legitimidad en un bosque de decisiones burocráticas. O quizás ensayará recuperar el respeto perdido con las decisiones de escritorio que un anciano cubano le dictará al oído. Por cierto, ¿qué venezolano creerá y respaldará una reforma gerenciada por Diosdado Cabello y Rafael Ramírez? Los anuncios del presidente corroboran que no sabe dónde está parado. Por ejemplo, ni siquiera se ha enterado de que la base del Polo Patriótico quiere desvincularse por completo de aquellos dos personajes.
Nicolás Maduro no comprende que buena parte de su deslegitimación ha sido provocada por los compromisos que mantiene con Diosdado Cabello y Rafael Ramírez. Por supuesto, si el presidente no logra analizar su propia situación no se podría esperar que interprete la del país de forma correcta. Su mirada es tan corta que no le permite ver que la crisis llegó a punto sin retorno. Lo cual quiere decir que Venezuela o bien logra una amplia alianza para redefinir el modelo socialista y avanza hacia un gobierno de transición o ingresará en un ciclo de violencia abierta cuya duración, crudeza y desenlace serán impredecibles.
La crisis de la nación es orgánica y revertirla exige mucho más que resucitar las conversaciones entre el gobierno y la MUD. El asunto es de otro orden. Es momento de concretar en lo político lo que en la base social es ya un hecho: un reencuentro para acordar la redefinición del modelo socialista. Una transición al socialismo democrático podría comenzar con decisiones consensuadas entre el Polo Patriótico y la oposición sobre el CNE y, además, sobre las condiciones razonables en las que se debería producir la retirada de los cubanos, Diosdado Cabello y Rafael Ramírez.
Alexis Alzuru
Profesor. U.C.V.
@aaalzuru