Un equipo científico español y holandés ha detectado por primera vez el papel que desempeña la proteína tau en la enfermedad de Huntington, algo hasta ahora desconocido, según publica la revista Nature Medicine.
El trabajo puede aportar nuevas vías para abordar este desorden neurodegenerativo que causa movimientos involuntarios, alteraciones psiquiátricas y demencia, según una nota del Centro de Investigación Biomédica en Red sobre Enfermedades Neurodegenerativas (CIBERNED).
La enfermedad de Huntington se debe a una mutación en el gen de la huntingtina (HTT) consistente en la expansión del número de repeticiones del triplete de la citosina, adenina y guanina (CAG).
El papel de la proteína tau -asociada a la formación y mantenimiento de la morfología neuronal y de sus conexiones específicas- había sido estudiado hasta la fecha en un determinado grupo de enfermedades neurodegenerativas, pero se desconocía en el caso del Huntington.
Según la investigación, el ARN mensajero (copia del ADN) de estos pacientes presenta alteraciones similares a las patologías conocidas como tauopatías (Alzheimer, demencia frontotemporal, degeneración corticobasal…), que causan un desequilibrio y aumento de la proteína tau en el cerebro.
La relación directa entre tau y el Huntington sugiere que, bien la terapia génica o bien la terapia con pequeñas moléculas relacionadas con tau para algunas tauopatías podrían ser útiles para el tratamiento de dicha patología.
Según José Javier Lucas, director del estudio y Marta Fernández-Nogales, primera firmante del artículo, las investigaciones sobre el Huntington se beneficiarán “de lo mucho que ya se conoce sobre tau dado su papel en el Alzheimer y otras tauopatías”.
Por otro lado, los depósitos de tau en forma de varilla detectados en el Huntington se desconocían en el Alzheimer y podrían aportar nuevas claves en el avance de todos estos males.
En el trabajo científico han intervenido el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (instituto mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y la Universidad Autónoma de Madrid); el Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge y el Centro Médico Universitario de Amsterdam. EFE