Al fin se dicta sentencia contra dos de los peores criminales del mundo, ex-líderes del régimen socialista de los Jemeres Rojos que asesinó entre 1975 y 1979 a cerca de dos millones de personas en Camboya (renombrada Kampuchea Democrática). Es un pequeño consuelo que al menos los ancianos Khieu Samphan, exjefe de Estado y Nuon Chea (el “Hermano Número 2”), fuesen condenados a cadena perpetua.
Desgraciadamente, el líder máximo de los Jemeres Rojos, Pol Pot (el “Hermano Número 1”) murió en 1998 sin pagar por sus horrendos crímenes. El Frankenstein que Mao fabricó a su imagen y semejanza había fundado el Partido Comunista de Camboya en 1960, a su retorno de Francia, donde se hizo adicto al marxismo-leninismo.
Dedicado a la memoria de las víctimas, y para repudiar en voz alta tanto a verdugos como a seguidores de ese régimen criminal, en este artículo recordamos los aspectos más resaltantes de aquel experimento socialista que devastó Camboya y le robó décadas de su futuro a varias generaciones. Consideramos que sería imperdonable permitir que desaparezca de la memoria histórica de la humanidad la muerte de tantos inocentes que fueron aniquilados por el socialismo camboyano.
El totalitarismo polpotiano, el más criminal de todos
El totalitarismo polpotiano fue peor que el estalinista, el hitleriano y el maoísta. Esta Utopía Asesina aniquiló a la cuarta parte de los 7,5 millones de habitantes del país. Su rasgo principal fue el igualitarismo económico radical: eliminó de raíz la propiedad privada, el mercado y el dinero. Estableció las comunas agrícolas como la unidad básica de producción de la nueva organización socio-económica. Según los Jemeres Rojos, la propiedad colectiva que regía allí sería el pivote del cual emergería la “Nueva Civilización Socialista” y que, según ellos significaría el “fin de la explotación capitalista, de la dominación imperialista y de la desigualdad social” (Heller, A. El Péndulo de la Modernidad, p. 197-233).
A fin de impedir la reproducción del capitalismo y para construir el nuevo orden social -el paraíso socialista- el régimen de los Jemeres Rojos quiso extirpar materialmente y en la mente de la población las nociones mismas de cuidad, religión y familia. Así, extinguieron las ciudades para evitar la corrupción y los vicios de la vida urbana, y su población –millones de personas- fue deportada al campo; extirparon la religión en todas sus variantes, pagodas e iglesias fueron destruidas y exterminados casi todos los 60 mil monjes budistas; desmembraron la familia, intentándose incluso borrarla de los recuerdos de cada persona, a quienes se les prohibió guardar fotos de sus familiares.
El nuevo orden social realmente construido por los Jemeres Rojos: socialismo agrario
El orden social construido por los Jemeres Rojos estableció un socialismo agrario, basado en el monocultivo (arroz). Las comunas eran en el agro la unidad básica de este orden que ideológicamente se definía por la radical oposición entre ciudad y campo, y accionaba para que la sociedad girara sobre este último.
La destrucción de las ciudades cumplió un papel central en la edificación de la “Nueva Civilización” en Camboya, ya que se utilizó “para destruir el capitalismo en su cuna”, esto es, la ciudad. De ese proceso surgió una nueva estratificación social específica de aquel régimen totalitario. Los tres grupos sociales que se formaron fueron: 1) la casta gobernante de los Jemeres Rojos, dueños del aparato estatal, constituida por los jefes militares y el sector civil del partido comunista, subordinado a aquellos; 2) la “Vieja Gente”, que abarcaba al campesinado, y 3) la “Nueva Gente”, que la integraron los millones de los esclavizados deportados de las ciudades al campo, quienes provenían de todos los estratos urbanos y pasaron a ser propiedad del Estado, es decir, de la casta gobernante.
Contrariamente a la teoría marxista que afirma que la división de clases en las sociedades se definen en la esfera económica, lo que demuestra la experiencia en Camboya es que esa división se definió a partir de la esfera política y que la lucha de clases no fue el motor de la historia, sino la acción política desde el poder de un grupo (los Jemeres Rojos) movidos por una Utopía Asesina.
Para los izquierdistas el genocidio de los Jemeres Rojos no existió
Ante el genocidio perpetrado por los Jemeres Rojos, los izquierdistas (socialistas, comunistas, ex-comunistas, curas rojos de la teología de la liberación, feministas, ecologistas, etc) han persistido en su conducta de no darse por enterados. Callan, nunca se refieren a ese infierno de sociedad que construyó Pol Pot, menos aún al hecho de que lo hizo esgrimiendo la misma ideología que ellos profesan e invocando los mismos grandes objetivos que ellos exhiben de banderas: superar las injusticias de las sociedades occidentales, de las democracias capitalistas, ello a pesar de que son solo de estas últimas de las que la humanidad debe sentir menos vergüenza.
Tampoco analizan muchos hechos históricos trascendentales que involucran a su ideología, entre otros: el fiasco del socialismo y la desaparición de la URSS en 1991; el fracaso de la Revolución Cultural Proletaria que dejó en 1976 a centenares de millones de chinos muriéndose de hambre con un PIB per cápita de $162; el hecho de que hoy, 38 años después de haber abandonado el utópico socialismo agrario de Mao, ese indicador es 40 veces mayor; o la eliminación de toda la pequeña propiedad comercial por Fidel Castro en mayo de 1968, la cual condenó a los cubanos a sobrevivir para siempre en la miseria. Y, sobre todo, no mencionan la invasión imperialista de la URSS a Afganistán (1979-1989) con 100.000 soldados que socialistamente mataron 1,5 millones de personas y dejaron 5 millones de refugiados. Todos pobres porque más del 90% de los 18 millones de afganos era analfabeta.
Como para todos ellos el mal sólo proviene del capitalismo y del “imperialismo norteamericano”, esos hechos criminales simplemente los silencian. Y sin embargo mantienen que los socialistas siempre gobiernan orientados por principios humanistas de igualdad y solidaridad con los oprimidos. Con tales principios se protegen como con una capa invisible de una supuesta superioridad moral y con arrogancia creen que pueden prescindir del criterio de la experiencia histórica y despreciar el cuestionamiento soportado en mortandades reales causadas por regímenes socialistas que han profesado alucinaciones ideológicas similares a las que ellos ofrecen.
El “Antimperialismo” como causa explicativa de todos los males
Estos señores comparten un elemento común que les resuelve todo en la vida: son antimperialistas. Esto implica ser antinorteamericano, pero significa mucho más que eso: tomar partido por las sociedades socialistas del Oriente, la URSS de Stalin y la China de Mao, a las que veían como sustitutas de la “decadente” Cultura Occidental. Así por ejemplo, en 1979, el lingüista estadounidense Así en 1979, el lingüista estadounidense Noam Chomsky -ídolo de la izquierda mundial- señalaba que las millones de víctimas camboyanas eran producto de las enfermedades que habría causado el imperio norteamericano. Para aquél, no fueron causadas por las torturas, las jornadas de trabajo de 16 horas y las hambrunas masivas provocadas por la irracionalidad económica del sistema socialista establecido por los Jemeres Rojos.
El racismo fue la causa del fin del régimen socialista de los Jemeres Rojos
Pero, si su sistema totalitario era invulnerable, ¿cómo cayó el régimen socialista de Pol Pot? El socialismo de los Jemeres Rojos se caracterizó por ser profundamente racista, perseguidor de diferentes etnias a las que liquidaba a mansalva. Pero ante la masacre de decenas de miles de la etnia vietnamita, el 07 de enero de 1979 terminaba exitosamente la invasión militar de Vietnam a Camboya que puso fin al régimen. De paso, aquí nos encontramos con otra poderosa razón por la que los izquierdistas –reducidos a parlotear sólo de las dictaduras de Pinochet, Franco, o contra Bush, el imperio y el neoliberalismo- le huyen al tema camboyano. Para ellos, las invasiones y guerras entre países tienen una sola explicación: el choque entre los intereses imperialistas; entonces no tienen argumentos para explicar cómo es que un país socialista fue invadido por otro país socialista. Definitivamente, todas las realidades planteadas deben llevar al mundo democrático a ventilar con un mayor eco el genocidio socialista cometido por la casta militar de Pol Pot.