Cientos de aficionados al tango bailaron este lunes una improvisada milonga callejera frente a la histórica plaza de Mayo en Buenos Aires, mientras aguardaban por obtener boletos para la final del Mundial de este baile que despierta pasiones en el mundo entero.
“Vine a la madrugada y me instalé, fui de las primeras en la fila, pero ahora ya tengo las entradas y aprovecho a bailar un poco antes de irme a casa”, dice Ofelia Carcassone a la AFP, una jubilada de 76 años que baila un tango junto a otro aficionado, unos 30 años menor que ella.
Como Ofelia, centenares de personas hicieron una paciente fila desde las primeras horas de este lunes, feriado y con clima primaveral, para retirar los boletos gratuitos que entrega la Casa de la Cultura de la ciudad de Buenos Aires para asistir a la final que se disputará el 25 y 26 de agosto en el estadio Luna Park de la capital argentina.
Más de medio millar de bailarines, amateurs y profesionales de todas partes del mundo compiten en la duodécima edición que comenzó el 13 de agosto y finalizará el 26.
“No sabía que iba a haber milonga, si no traía tacos altos”, se disculpa María Rosa D’Aleso, una empleada administrativa de 42 años que se esfuerza por hacer ‘un firulete’ con sus zapatillas en el asfalto de la Avenida de Mayo.
María Rosa confiesa que aprendió a bailar “hace poco, en una academia de (el barrio porteño) de Almagro”, donde está uno de los clubes más tradicionales de tango de Buenos Aires, meca de los turistas que buscan conocer la variante popular o ‘tango de salón’ muy diferente del estilo acrobático del tango escenario, las dos variantes que serán parte de la final.
– Pasión tanguera –
La milonga fue un gesto espontáneo del público que aprovechó la música de los parlantes montados en la calle para promocionar el evento y un corte de tránsito circunstancial que dispuso la policía frente a la Alcaldía.
El edificio fue rodeado desde la madrugada por una fila interminable de interesados por conseguir las entradas que comenzaron a entregarse al mediodía y se agotaron en un par de horas.
“Bailo el tango desde la juventud y lo voy a seguir haciendo hasta que me muera, soy porteño y amo la milonga, que es la identidad de mi ciudad”, explica Alberto Conti, que a sus 79 años baila abrazado junto a su esposa Emilia Figueres, de 76.
Alberto conoció a Emilia bailando un tango de la mítica orquesta de Aníbal Troilo en un club de barrio de Valentín Alsina, otro punto geográfico de referencia para la estirpe tanguera, en la periferia sur de Buenos Aires.
Ambos asisten desde hace años a las veladas del Mundial de Tango, donde dan rienda suelta a su pasión por este baile y disfrutan de las decenas de espectáculos de música que se despliegan en cada gala.
En esta edición, la mayoría de los actos se relizan en el barrio de La Boca con espectáculos gratuitos de cine, teatro, conciertos, clases de baile y pistas callejeras.
El tango vive un renacer en las últimas décadas en Buenos Aires con cientos de jóvenes ávidos por tomar clases en las academias que proliferaron en la ciudad, incluso como actividad extracurricular en universidades y escuelas medias, en tanto su enseñanza ya forma parte de la currícula en cientos de escuelas de nivel primario.
Este lunes desde la mañana los competidores bailaban en las rondas clasificatorias en los salones de la Usina de Arte de La Boca con la esperanza de quedar entre los elegidos para la final de este baile, que fue declarado en 2009 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
En su edición de 2013, los ganadores en la especialidad escenario fueron una pareja de bailarines de la provincia de Buenos Aires en una exigente prueba de la que participaron parejas de Venezuela, Colombia, Italia, Estados Unidos, Rusia, Grecia, Costa Rica, Brasil, Chile y México. AFP