Lo que una cubana lleva en su maleta a Cuba a su regreso de Miami

Lo que una cubana lleva en su maleta a Cuba a su regreso de Miami

La maleta de Nuria / Foto 14ymedio
La maleta de Nuria / Foto 14ymedio

 

Nuria se jubiló el año pasado y viajó este mes a Miami, donde viven sus hermanas. De regreso a la Isla le ha mostrado a 14ymedio lo que transporta en su maleta.

Veamos qué ha echado en sus valijas y acerquémonos a los breves comentarios con los que Nuria explica por qué eligió traer cada producto.

 

  • Dos pomos de lavavajillas: “No hay ni en los centros espirituales y además el que venden aquí me destruye las manos”.
  • Dos paquetes de servilletas: “En las cafeterías se las ingenian para cortarlas en dos y hasta en cuatro, las dejan convertidas en verdaderas telas de cebolla”.
  • Un encendedor de cocina: “Los fósforos están perdidos y cuando los encuentro tienen la cabeza que salta y me quema la ropa”.
  • Dos paquetes de jabón de baño: “Llevaba décadas sin bañarme con algo suave y cremoso, así que no pude resistirme”.
  • Cuatro pantalones de mezclilla: “Esto dura cantidad y no voy a pagarlos al precio que les pone el Estado en sus boutiques“.
  • Un paquete de café: “Sé que parecerá un crimen, pero lo voy a mezclar con el del racionamiento y así me dura más”.
  • Dos pomos de colonia: “Desde que Suchel disminuyó su producción, echarse algo refrescante y oloroso después del baño se ha convertido en un lujo”.
  • Un paquete de detergente para lavar: “Tengo la ropa un poco empercudida, a ver si con esto le devuelvo el color”.
  • Una agenda de papel: “La doctora que me operó de cataratas me pidió algo para anotar las citas y no puedo quedar mal con ella”.
  • Cuatro esponjas de fregar: “Con la prohibición de los comerciantes, se han desaparecido los estropajos y esponjitas”.
  • Un paquete de pegamento instantáneo: “Necesito pegar unas cuantas cosas que se me han roto en la casa”.
  • Un paquete de velas: “Hay que prepararse por si regresan los apagones, porque ya de vez en cuando nos quitan la luz”.
  • Diez condones: “A mi edad no creo que los necesite, pero se los traje a mis hijas porque dicen que los de la farmacia están pasados de la fecha de vencimiento”.
  • Un pomo de Coffee Mate: “Voy a invitar a mis amigas a tomarnos un cafecito con esto, para recordar los viejos tiempos”.
  • Dos toallas: “La única que me quedaba la compré hace una década y ya ni secaba de tan finita que se había puesto”.
  • 20 cuadritos de sopa concentrada: “Esto resuelve una comida, si no tengo nada con qué acompañar el arroz le echo un cubito y al menos sabe a algo”.
  • Dos tubos de puré de tomate concentrado: “Tenía tantos antojos de comerme unos buenos espaguetis con tomate de verdad, que no pude resistirme”.
  • Cinco libretas escolares: “Mi nieta empieza el primero de septiembre la escuela y la base material de estudio que le dan ahí es de pésima calidad”.
  • Un tubo de pasta dental: “La prótesis va a quedar reluciente con esto”.
  • Dos cajas de Tampax: “Mi hijas se mueren por esto, porque las almohadillas sanitarias del racionamiento les molestan y no son muy absorbentes”.
  • Un paquete de platos desechables: “Quiero al menos un día darme el gustazo de invitar a alguien a comer y no tener que fregar”.
  • Dos rollos de papel sanitario: “No hay en las tiendas y Granma cada vez tiene un papel más duro, así que quise regalarme algo suave aunque dure poco”.
  • Un traje de baño: “Pareciera que no vivimos en una isla tropical por el alto precio y las pocas ofertas de trusas que hay en las tiendas”.
  • Un pomo de aspirinas: “Cuando me duela la cabeza prefiero unas aspirinas de verdad, no de esas que cuando te las tomas se te pegan en el esófago… como las que producen en Cuba”.
  • Un pomo de pomada: “Ya estoy vieja, tengo que tener a mano algo para los dolores de huesos”.
  • Un rollo de bolsas de nylon: “Mis hermanas se reían porque yo traía esto, pero ellas no saben la cantidad de tiendas y mercados que hay aquí donde después de comprar la mercancía te anuncian que no tienen jaba para llevar los productos”.
  • Un aparato de medir la presión arterial, “ya estoy harta de bajar al médico de la familia y enterarme que no hay consulta, porque el doctor se fue de misión al extranjero o porque no llegó el agua”.
  • Cuatro máquinas de afeitar: “Así no tengo que salir a la calle pareciendo un pirata con las piernas peludas”.
  • Un pomo de sal: “Ni esto es fácil de encontrar aquí y cuando la puedes comprar está tan húmeda y gruesa que casi no rinde”.
  • Cuatro bombillos incandescentes: “Ya ni me acuerdo de tener luz en la terraza y el pasillo, porque los bombillos ahorradores están perdidos y cuando los sacan cuestan un ojo y la mitad del otro”.
  • Unas gafas para leer: “Me las compré en un mercado al por mayor pero al menos me resuelven el problema, porque en las ópticas Miramar me querían cobrar como diez veces más por unas parecidas”.
  • Cebolla y ajo granulados: “Con lo caros que están la cebolla y el ajo en el agromercado no puedo permitirme comprarlos”.
  • Una lata pequeña de aceite de oliva: “No quería morirme sin volver a probar ese sabor”.
  • Un mando a distancia de televisor universal: “Se me rompió hace años el del televisor Panda que me dieron cuando la Revolución Energética”.
  • Un reproductor de DVD: “Mi viaje fue especialmente para traer esto, porque la verdad que ya no soporto la programación oficial”.

 

Nuria ha viajado también con un bolso de mano en el que echó las pertenencias personales que llevó y algo de ropa interior. Está feliz por sus “tesoros”, así que cierra la maleta, sonríe y se va a casa para repartir los regalos y disfrutar de lo traído.

 

Publicado originalmente en 14yMedio

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