Diana de Gales y el verano de la tragedia

Diana de Gales y el verano de la tragedia

 

Te lo juro, le encantaba posar. Aquel verano estaba espectacular, llevaba un bikini diferente cada día. Era el paraíso de los paparazzi. De no ser por el trágico final que les esperaba aquel 31 de agosto de 1997 en París, la riviera francesa hubiera sido el escenario de la sesión de fotos más larga e internacional de la historia de los paparazzi, publica elmundo.es.

COTE VILLAR/El Mundo de España





No hace falta recordar aquí la inmensa popularidad de la princesa Diana de Gales. Si a ese factor superlativo se le suman un yate espectacular, carantoñas con un riquísimo novio nuevo y el glamour de la Costa Azul, pueden hacerse una idea del enjambre de mosquitos con flash que acompañó a la princesa y a su pareja en los últimos días de su vida. “Estábamos como locos”, reconoce uno de ellos. Los periódicos no escatimaron recursos: una flotilla de barcos alquilados por los paparazzi les seguían, también helicópteros. “Se convirtió en una persecución internacional”, reconocen hoy los fotógrafos, “estaba hasta la CNN”.

Al final, fueron un fotógrafo italiano y otro francés quienes consiguieron la guinda del pastel. El italiano, Mario Brenna, porque fue el primero en captar un beso de Diana y Dodi en la cubierta del Jonikal, el yate de Mohamed Al Fayed. La distancia, brutal, hace que apenas se adivine el gesto de cariño de una mujer rubia abrazando a alguien entre la bruma. Aún así, le pagaron por el documento tres millones de libras. ¡Tres millones de libras! La novia de entonces de Dodi, Kelly Fisher, dio una rueda de prensa llorando su infidelidad. Pero aún faltaba una buena foto en la que se les viera juntos.

La consiguió Jean Louis Macault en el embarcadero de Saint Tropez, días más tarde. “Solté la moto, cogí la cámara y fui corriendo. Llegué justo a tiempo. Me puse a disparar casi sin pensar. Cuando ella me vio, se retocó un poco el pelo. En ese momento supe que era una foto fantástica. Lo que todos estaban deseando conseguir”. Llamó a una empresa de helicópteros de Niza y se llevó el carrete. ¿Cuánto le pagaron? “Mucho, muchísimo”.