Nicolás Maduro es una amenaza para los venezolanos. Cada día que pasa se corrobora que su compromiso es con quienes le garantizan la presidencia; no con el pueblo. Sus prioridades las dejó claras el pasado martes cuando ratificó que el interés del gobierno es el equilibrio entre pobreza y resignación, no el bienestar. Sus anuncios confirman que su preocupación es definir un umbral de pobreza que le permita alcanzar la sumisión cívica al menor costo. Por cierto, el Presidente aprovechó esa oportunidad para entregarle a Diosdado Cabello, su rival declarado, la cabeza de Rafael Ramírez quien hasta entonces había sido su aliado incondicional.
Nicolás Maduro trata a sus enemigos igual que a sus amigos. Pues su asunto es garantizarse el lugar que tiene dentro de la logia que administra el poder en Venezuela. A los jefes de los partidos y organizaciones comunitarias del Polo Patriótico los mantiene a raya. En ocasiones, les permite alguna opinión y una que otra vez los invita a reuniones intrascendentes. Quienes participaron en el Congreso Ideológico denunciaron que se sintieron usados, no escuchados. Sin embargo, tanta conciencia tiene el Presidente del maltrato que propina a sus socios, como la tienen quienes han sido menospreciados de forma recurrente.
No hay motivos para presumir ingenuidad o auto-desvalorización en los jefes y militantes del Polo Patriótico; tampoco se podría suponer que están interesados en preservar una relación que les perjudica. Además, los hechos indican que la mayoría de los socialistas desaprueban el proyecto que Nicolás Maduro está desarrollando. Sobre ese particular las últimas encuestas son contundentes. Demuestran que el Presidente cae en picada entre sus votantes; en especial, reseñan que el desplome es atronador en los sectores populares. Ahora bien, que los socialistas se encuentren decepcionados del gobierno no implica que vean en la oposición una opción de poder.
¿Por qué la base socialista debería ver en la oposición una alternativa para sus luchas? ¿Puede esperarse que esos venezolanos respalden a dirigentes que en lugar de alianzas políticas solicitan la conversión ideológica? La derrota de Nicolás Maduro pasa por establecer un acuerdo entre los militantes y dirigentes del Polo Patriótico con la base opositora.
Un pacto de esa naturaleza no exige la renuncia a creencias para ninguna de las partes. Churchill no se convirtió al comunismo cuando se asoció con Stalin para liquidar a Hitler; tampoco el líder soviético estimó siquiera por un segundo renunciar a su doctrina antes de comprometerse en una guerra en contra de su enemigo. Es lógico que en ese caso como en el venezolano, una de las partes tome la iniciativa y recorra un camino para concretar el convenio. Pareciera que la MUD estaría llamada a asumir esa responsabilidad. Se entiende que para dar ese paso sus jefes deberán tomar algunas decisiones difíciles. Aun cuando siempre tendrán la posibilidad de continuar convirtiendo la política en exégesis; pero en ese escenario el mejor éxito que se continuará obteniendo será el posicionamiento de algunos titulares de prensa.
Alexis Alzuru
@aaalzuru