Miguel Sogbi: Sobre la crisis y el optimismo

Miguel Sogbi: Sobre la crisis y el optimismo

thumbnailmiguelsogbiCuando tranqué el teléfono, no entendía porque tenía que ser yo quien recibiera aquella llamada.

Ni me daban tiempo, ni sentí que yo contaba con el suficiente para hacer aquel trabajo o mas bien favor que me pedían.

No dije que no al principio, aunque sentí que 48 horas no era suficiente. Con el pasar de las horas cavilaba. “Voy a llamar a decirles que no. Que estoy muy agradecido. Que gracias por tomarme en cuenta. Que me siento honrado. Que es un orgullo, pero que no voy a poder por la gran cantidad de compromisos que tengo en este momento”.





Finalmente no tuve el valor para decir no. Además una amiga es una amiga y otros argumentos que utilicé para finalmente convencerme a mi mismo.

Es una compañía transnacional. El último jueves de cada mes realizan una actividad para compartir y aparte del coctel, invitan a alguien a dar una charla. Esta era la primera. Porque demonios me llamaron a mi. No soy ni motivador, ni conferencista y tampoco quiero serlo. ¿Por qué no llamaron a Carlos Fraga? Yo les hubiese conseguido el teléfono.

Lo único que me llevó a hacerlo es mi nueva y firme creencia de que todos tenemos algo que contar y así, con una pequeña libreta Moleskine como ayuda memoria comencé a charlar la tarde de aquel jueves.
No solo le dije a la audiencia lo que no soy, sino también lo que soy. El padre de tres niñas. Locutor de radio. Asesor en comunicaciones. Empresario.

¿Quién cree que estamos en un país en crisis? Ya ustedes habrán dado su respuesta. En la pequeña audiencia compuesta por unas treinta personas, todos corearon un si.

Conté la historia personal de nuestra agencia de comunicaciones. TMO tiene quince años. 2013 pudo haber sido un año catastrófico. Murió Hugo Chávez, no solo dejando un vacío de poder, sino un luto interminable que paralizó a la nación por un mes. Al terminar el mes, comenzaron las vacaciones de Semana Santa. Al regresar de ese asueto, nos encontramos con el fin de semana largo del 19 de abril. En un mes y medio, el caribe no nos dejó trabajar.

En lo que se llama un año malo, crecimos incluso una pizca arriba de la inflación. No fue un milagro. Teníamos dos años trabajando con cinco sencillos, pero poderosos objetivos estratégicos. Eso evitó que nuestra realidad interna, fuese superada por la realidad externa.

Luego le pregunté a todos, al mejor estilo de Anthony Robbins, jejeje, ¿Qué es una crisis? Lo que más se escuchó fue la palabra oportunidad. Ni tan cierta, ni tan falsa la respuesta. Una verdad a medias. Porque una crisis es realmente una coyuntura y todas las coyunturas son temporales. Una crisis es cambio e incertidumbre y si estos cambios son súbitos y violentos, se le llama revolución. Es aquí, cuando ya todos sabemos de que estaba hablando.

Luego pregunté ¿Cuál era la peor ciudad del continente hace 25 años? Respondieron a coro: “Medellín”.
Si. En esta Colombia de hoy, invadida por el progreso creciente, la ciudad que mas destaca, es aquella que hace un cuarto de siglo fue las mas violenta, pobre y caótica. Seguramente si no hubiese pasado por esta crisis, Medellin, no hubiese ganado el año pasado el premio a la ciudad más innovadora del mundo, ganándole a Nueva York y Tel Aviv.

Claro que en cada crisis hay una oportunidad. Pero hay que buscarla y trabajarla, porque una oportunidad es encontrar algo que está ahí, pero que no todos podemos ver.

Y como no hablar del optimismo. Término peligroso si se entiende mal. Porque no se trata de andar por la vida con una sonrisa, como si no estuviese pasando nada. Al contrario, sin dejar de reconocer lo negativo, logramos que lo positivo de esa misma realidad que nos rodea, sea lo que se imponga.

¿ No será entonces una oportunidad poder participar en la reconstrucción de un país que hoy está destruido? ¿Acaso es falsa la premisa que reza que después de una revolución, viene un proceso de evolución? ¿Si funciona así en los ciclos personales y empresariales, por qué no ocurriría así en el ciclo de un país? Se que es difícil verlo, cuando los tiempos de una nación se miden en décadas, mientras que los de los individuos se miden en horas, meses, si acaso años.

No es hora de rendirse.

Cité a Mahatma Ghandi: “un esfuerzo total es una victoria completa”. Luego recordé una frase con la que César Miguel Rondón despierta de manera consuetudinaria a su audiencia: “El sol sale para todos”.

Me despedí realmente agradecido por aquella oportunidad, a la que en un principio me negaba y salí prácticamente corriendo. No estaba de ánimo para socializar. A veces soy obstinadamente introvertido.