En los últimos meses, todas las encuestadoras independientes han coincidido en algunos aspectos cruciales, que ayudan a entender y analizar la situación exacta y la profundidad de la crisis que atravesamos en la Venezuela de hoy. Por ejemplo, todas coinciden en que los asuntos económicos (escasez e inflación) han alcanzado tal nivel de gravedad, que son identificados como los principales problemas que agobian a los venezolanos, incluso por encima de la terrible inseguridad que padecemos. De igual forma, todas demuestran que para la mayor parte de la población el Gobierno es el principal culpable de estos problemas, que Maduro no es capaz de resolverlos, que en consecuencia su popularidad viene en caída, y que por todas estas razones la mayoría de la población estaría dispuesta a apoyar un cambio de gobierno antes de la fecha de culminación del período constitucional (2019), siempre y cuando esto se haga dentro de la Constitución.
En este sentido, y apoyándonos ahora en la más reciente de las encuestas que tenemos a la mano (IVAD septiembre 2014), podemos ver claramente la severidad de la crisis y la estrepitosa caída del gobierno. Así, por ejemplo, 78% de la población piensa que la situación del país es mala, 75% que vamos en la dirección equivocada, 84% que vivimos una crisis económica y 81% una política, 60% que el Gobierno se está convirtiendo en una dictadura, 65% desaprueba la gestión de Maduro, 70% no cree que él y su equipo puedan resolver los problemas del país, y la guinda de la torta: por primera vez la oposición supera al gobierno como bloque en identificación política por 20 puntos (53% a 33%).
Todo esto indica que la mesa está servida para que se produzca ese cambio que se asoma con nitidez ante semejante nivel de deterioro y desaprobación de un gobierno que ha hundido al país en su más grave crisis histórica. De hecho, pensamos que sólo como consecuencia de una perversa combinación de factores que han sido auspiciados por el propio régimen, tales como la “hegemonía comunicacional” en construcción, el control institucional, el miedo colectivo producido por la represión que a su vez alimenta la desmovilización, la política de dominación en marcha, y la falta de articulación y consenso de todas las fuerzas opositoras en torno a un objetivo único y una sola estrategia para lograrlo, es que se puede explicar por qué no termina de producirse un desplome definitivo.
Esto último representa, precisamente, el principal reto de los demócratas venezolanos y especialmente de la MUD, la cual constituye la más importante expresión orgánica de la Unidad. Para asumirlo con fuerza y lograr resultados, debemos todos respondernos pronto y con sinceridad lo siguiente: ¿Es la ruta electoral con próxima parada en las elecciones parlamentarias la única agenda posible? ¿Qué estamos dispuestos a hacer todos más allá de participar en elecciones? ¿No es acaso válido hacer presión de calle para lograr que un presidente tan nefasto, mediocre, corrupto y arbitrario, renuncie? ¿Es o no legítimo, pertinente y necesario propiciar y participar en protestas pacíficas, pero firmes y permanentes, en ejercicio de nuestro derecho a manifestar ante los gravísimos problemas que sufre el país? Y sean cuales sean las respuestas a todas estas preguntas, es indispensable luchar no sólo por unas condiciones electorales equilibradas, sino por un CNE fiable que las garantice. De lo contrario, cualquier resultado, por más favorable que parezca que va a ser, estará comprometido de antemano.
Venezuela quiere y necesita un cambio, pero sin una estrategia de consenso para lograrlo, se hará más difícil alcanzarlo aunque el gobierno se esté desmoronando. Esta indefinición política, podría también servir como excusa para que otros factores actúen para “salvar al país del desastre”, aunque en realidad sólo busquen salvaguardar sus intereses y no hundirse con Maduro. Sin duda el momento es grave y nos exige a todos estar a la altura de las circunstancias.
*Diputado al Consejo Legislativo de Miranda y profesor de la UCV
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