Gustavo Tovar-Arroyo: El “pato” feo del chavismo

Gustavo Tovar-Arroyo: El “pato” feo del chavismo

Prólogo de una coquetería

Estoy convencido de que Hugo Chávez no amó a Diosdado Cabello con la misma intensidad ni del mismo modo como lo hizo con sus favoritos Nicolás Maduro o Jesús Aguilarte.

No es que Diosdado no le atrajese, recodemos que el “Infinito” siempre señaló coquetamente su gusto por los “ojitos lindos” de Cabello, tampoco creo que haya sido un tema de que al sinvergüenza barinés le cautivasen sólo grandulones cabezas huecas como Maduro o Aguilarte, estoy convencido de que al “Supremo” los años a solas en la celda con el retaco tenientillo le fueron más que suficientes para percatarse de que Diosdado era una insaciable ladilla, una incontenible loca de peluquería que no hacía sino repetir y repetir, con brutalidad y torpeza, las mismas idioteces siempre.

Una y otra vez, y otra vez, y así sucesivamente hasta el infinito, amanerado e histérico, con un mazo de plumas multicolor, Diosdado dándose con furia y orgullo graciosos que hasta el “Eterno” se hartó. No lo quiso, ni siquiera por la lindura de sus ojitos, lo despreció hasta el último día.

Y yo me reí.

 

Soy un “bully” conspirador

Diosdado es tan previsible como bruto. Cuando uno se mofa de él la alta congestión de excremento intestinal se le atasca en su última rectitud, se desborda frenéticamente por todo su cuerpo y se le sube rápido, muy rápido, a la cabeza. Su cerebro se convierte en una pocilga; cuando vocifera hiede.

A mi me gusta atizarlo como quien atiza un cerdito. No sólo por el aspecto, sino más bien a su psicología y carácter. Espolearlo, sí, espolearlo para que chille y brinque (el cerdito), para que se retuerza en su propio cieno. Es divertidísimo verlo zambullirse en el estiércol.

No oculto que me resulta paradójico su retaco complejo de inferioridad. Él es el único caso que se conoce -así será de bruto – que en vez de imitar a su “supremo” Chávez imita al bobolongo de Nicolás (quiere ser tan soso como él, por algo lo eligió el “Supremo”).

En su peor versión acomplejada, Diosdado ahora aspira ser como otro predilecto del sátrapa: Mario Silva, sólo que éste era cruel y despiadado y Cabello es un chiste. No provoca rabia o irritación como el de “La Hojilla”, produce risa.

Lo sé, no me increpen, no debo ser tan rudo con esas cosas humanas, pero les confieso que me entretiene. Todos tenemos nuestras manías y la mía es atizar, martirizar y lapidar a la ladilla chavista.

Soy un “bully” conspirador. No tengo remedio.

¡Cárcel por insolente!

 

El “pato” feo

La semana pasada escribí que Diosdado Cabello es una ladilla (porque lo es) y se ofendió, según me cuentan (no lo vi) estaba irritadísimo, histérico, porque según él dije que era un retaco, achatado y “feo”.

Sacó su mazo de plumas multicolores y me dio con furia y orgullo.

Me sorprendió, otra vez lo hizo. He dicho sobre Diosdado que es un corrupto, un ladrón de siete suelas (bueno, fue Chávez quien lo dijo), que es un pérfido y un cínico, que no tiene un gramo de grasa en su cuerpo (y tiene muchísimo de más) que no sean pudrimiento moral, jamás he dicho que sea “feo” (¿de dónde habrá sacado esta nueva pendejada?), pero a él lo único que le irritó fue precisamente eso, que supuestamente le dije que era feo.

Un maracucho, en su consabida procacidad, habría lanzado un estridente: ¡verga!

¡Qué curiosidad, de verdad, qué curiosidad!

Uno le dice ladrón en la cara, corrupto, perverso, cínico, cualquier cosa, y el infeliz reconoce que lo es, no tiene palabras para defenderse, nada de eso le molesta, lo que le irrita, lo que le indigna, lo que no soporta y chilla y se retuerce, es que alguien le diga que es el “pato” feo del chavismo. Nada más.

¿No es sorprendente?

 

El trauma de Cabello

Me costó mucho entender el trauma de Cabello, sin duda ésta es una de las curiosidades más sobresalientes de la peste chavista, explica toda la demencia que estamos viviendo, toda la putrefacción.

El complejo de Diosdado, su peor trauma como militar golpista del 4 de febrero de 1992 junto a Chávez, por quien arriesgó su vida en varias ocasiones, con quien compartió cárcel, celda y no sabemos si catre, a quien dedico su carrera electoral y vida política, por quien recibió golpes y contragolpes, éxitos y fracasos, es que entendió a destiempo que no fue elegido por su platónico amor por ser el pato feo del chavismo, sólo por eso.

Y yo, irreverente, viajero conspirador, financista de la rebelión humanista y civil, se lo recordé. Soy cruel, muy cruel y despiadado. Merezco otro mazo de plumas, y otro, y otro más, hasta que logré irritarme y hartarme.

Aunque seguramente sólo me reiré, como ahora.

Lo logré otra vez…, ¿o no Rodríguez Torres?

¿O no?

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