José Toro Hardy: No hay

José Toro Hardy: No hay

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Recientemente pudimos leer el decreto el Decreto presidencial Nº 1.348 con una lista de 42 productos que no podrán ser vendidos a través del comercio informal y que transforma en delincuentes a muchos comerciantes informales.

El origen más inmediato de la escasez que se apodera de Venezuela es la regulación de precios que en definitiva no beneficia a nadie. La cadena de sucesos que tiene lugar a partir de decretos de esa naturaleza es la siguiente:





Al regular el precio de un producto,  surge el primer problema. No todos los productores tienen costos similares. Los más eficientes, que cuentan con capital y maquinarias más modernas, son los que tienen menores costos. En tanto que los pequeños productores  (que son la mayoría) tienen costos unitarios mucho más elevados por no disponer de maquinarias productivas. Se ven obligados a contratar mayor número de trabajadores y son los más afectados por la regulación de precios. Porque sus costos son mayores por unidad producida, al obligarlos a vender a un precio regulado, son los primeros que se ven forzados a cerrar sus empresas, dejando un ejército de desempleados por detrás. De manera que el primer efecto de este tipo de regulaciones es que promueve los grandes monopolios y a la vez provocan enorme desempleo. Me pregunto ¿puede calificarse de “justo” un decreto que logre estos efectos?

Otra consecuencia es la escasez. Es esa monstruosidad que tienen que vivir día a día las amas de casa, cuando se desesperan haciendo colas y recorriendo automercados para conseguir lo que antes compraban en un solo establecimiento.  El tiempo así perdido tiene un costo que debería reflejarse en el PIB. “No hay” es la frase más en boga en Venezuela. No hay medicinas, no hay harina de maíz, ni aceite de maíz, no hay carne, ni leche, ni productos de aseo personal, no hay automóviles, ni repuestos, ni aceite, ni pasajes y en fin, una interminable lista de “no hays”.

Los ciudadanos deben saber que una de las causas de esa situación es la Ley de Costos y Precios Justos. Si a ella se le suma la escasez de dólares para importar bienes de consumo, bienes intermedios y materias primas, comprenderemos el marasmo en que está cayendo nuestra economía. Y eso sin ni siquiera tocar el tema de la inflación, el déficit fiscal, el financiamiento del gasto público por parte del BCV, la improductividad laboral y la destrucción de PDVSA.

Y vienen después otras consecuencias igual de perversas. Si un producto escasea en el mercado, siempre surgirá alguien que esté dispuesto a acapararlo para venderlo después a mejor precio. Aparece así la figura  del acaparador que en un mercado bien abastecido no tendría razón de ser, por la sencilla razón de que nadie tendría ningún estímulo para acaparar lo que abunda. Y de la mano del acaparador aparece el usurero, que de una forma u otra es quien termina financiando a los acaparadores, formando un entramado de delincuencia cada vez más oscuro.

Puesto que en los establecimientos formales es más fácil controlar los precios, inevitablemente parte de la producción termina siendo vendida por los buhoneros. ¿Son ellos delincuentes por eso? ¡No! Están cumpliendo un papel que la sociedad requiere. A los sectores más humildes de la poblacin se les hace impoialg con ir aldarsed exigeon ellos delincuentes por eso”r bien abastecido no podr a la ven ta de alg con ir alón se les hace más costoso trasladarse hasta los automercados, pagando transporte, haciendo largas colas, sometiéndose a humillaciones si van a un establecimiento gubernamental y  además recorriendo numerosos lugares para obtener los productos que necesitan. Prefieren comprarlos a los buhoneros aunque sea a mayor precio. Y si a los buhoneros les prohiben ejercer su actividad, terminarán con una pistola en la mano cometiendo crímenes.

De la mano con las prohibiciones gubernamentales surge el mercado negro, que tiene connotaciones más perversas. Si en lugar de simples buhoneros pasan a ser operadores en un mercado negro, sus riesgos serán mayores y por tanto los precios subirán mucho más. Las mercancías seguirían vendiéndose pero de manera más siniestra.

Igual ocurrió en la URSS, en Cuba y tras la Cortina de Hierro.  En la URSS fui testigo de largas colas para comprar prácticamente cualquier producto y de las quejas constantes de los ciudadanos. En Cuba las tarjetas de racionamiento (que ahora quieren implantar aquí bajo la forma de captahuellas) terminaron provocaron enfermedades y hasta ceguera por falta de vitaminas entre los cubanos, aunque aquel gobierno achacó la culpa a una guerra bacteriológica de la CIA. El malestar de los ciudadanos que vivieron bajo el yugo socialista y la incapacidad de ese modelo, fueron la causa de la muerte del sistema que hoy pretenden resucitar en Venezuela.

Si el gobierno pretende acabar con esos males,  bastaría una sola medida:  olvídese de la regulación de precios (y de paso de otros controles). El efecto sería un aumento de la producción y los buhoneros podrían incorporarse a un empleo formal. Por lo demás, los precios bajarían por si mismos en la medida en que disminuya la escasez.

Adicionalmente, mientras el gobierno imponga precios que surgen de la imaginación calenturienta de algún funcionario, estará estimulando el contrabando de extracción. La naturaleza humana es maximizadora por definición. Si por efecto de la regulación algún producto se vende artificialmente más barato aquí que en Colombia o en el Caribe (como la gasolina), no habrá ley que impida que alguien compre barato aquí para vender caro allá. Y no crea que son simples bachaqueros los responsables del contrabando de extracción. Los responsable son funcionarios de alto  nivel, figuras de la fuerza armada o de PDVSA que son los que tienen las posibilidades de dictar órdenes para minimizar los riesgos en las fronteras.

Son pues infinitos los males que se derivan de este tipo de decretos, producto de la ambición de lucro desmedida de personeros, que disfrazándose de benefactores sociales dictan medidas populistas que terminan obligando a la sociedad a pagar el “más injusto precio”.

petoha@gmail.com

@josetorohardy