“Lo que nos incomoda…es vivir viviendo como lo que se critica. No de barrio en barrio, no-de-pueblo en pueblo, no-despojándose de pertenencias o rasgando vestiduras por los que sobreviven en los techos de cartón…”
¿Qué es lo que me hizo sentir mal? ¿Acaso la buena vida de la niñera en París, Bariloche o Sao Paulo? ¿Fotografiarse con famosos, volar en privado o degustar un buen pernil? Sería muy mezquino de mi parte padecer por ello. Lo que nos incomoda es la prédica de lo que no se practica. Es vivir viviendo como lo que se critica. No de barrio en barrio, no-de-pueblo en pueblo, no-despojándose de pertenencias o rasgando vestiduras por los que sobreviven en los techos de cartón… “por los niños color de mi tierra con sus mismas cicatrices millonarios de lombrices”… No. Pero para nada dejo de celebrar queLa Nanny del excanciller, disfrute de las bellezas del mundo, de los encantos de los jardines imperiales del Louvre, de las cordilleras de la Patagonia o de la potencia urbana y tropical de Río. Pero pasearse en las satanizadas otrora colitas de Pdvsa, no le va. Podría haber sido perfectamente posible si la ley lo contempla y si moralmente, además, el discurso oficial va en sintonía con los usos oficiales. Si me declaro liberal, propietario, respetuoso de lo privado, capitalista y seguidor de Milton Friedman, pues nada, viajemos todos en leader jets, porque la dinámica del poder y de un Estado poderoso, por productivo bien administrado, lo toleran. Pero hacerlo tarareando a Alí Primera, leyendo a Marx o citando a Galeano, causa mucho ruido, y ojo, no sólo a este columnista, sino a todos aquellos que creen en su revolución. Así llegamos a la más perversa expresión del populismo: ofrecer a la gente lo que no se le va dar, porque el monopolio del placer y de los “encantos igualitarios”, son exclusiva (y abusivamente), de esos voceros de l’égalité, fraternité et solidarité… Pues cuanta desigualdad y desprecio comporta el derroche de burócratas y empleados, mientras su pueblo -sin techo, sin camisa y sin lápida en el cementerio- trata de sobrevivir la inseguridad, la inflación y la escasez, donde parafraseando a Ali Primera, “el patrón (ahora en revolución), hace años, muchos años ¡que está mordiendo al obrero…!
Gloria Álvarez, joven líder del Movimiento Cívico Nacional de Guatemala, presentó en Zaragoza – España, un discurso impecable sobre el populismo. Con gran lucidez, la joven activista alertó contundentemente cómo en Latam “jugamos con las pasiones, ilusiones e ideales de la gente para prometer lo que es imposible, aprovechándose de su miseria, dejando afuera absolutamente, toda la razón y la lógica en la toma de decisiones… Cómo juegan con la necesidad para imponer una dictadura”. Desde la miseria de nuestros pueblos, el populista viste bien, come bien, viaja en primera o en privado, cena en NY a todo trapo y propina, y se codea con artistas, ricos y famosos, a buen vino y tiramisu veneto con toque de brandy, con dineros públicos. El populista no hace colas para obtener un pasaporte o comprar un desodorante, un litro de leche o un frasco de listerine, por cierto que hoy cuesta 1.750 Bs. (un millón setecientos mil Bs. de los viejos), equivalente a 7 salarios mínimos, cuando Chávez llegó al poder (1998). Porque eso es el populismo, “amor” por la multiplicación de la pobreza, haciendo que la propagación de la miseria les permita, al decir de Gloria Álvarez, “seguir recibiendo un voto a cambio de cualquier objeto material que la gente necesita”. Y el tema es que en Venezuela, ya ni “el objeto material” lo pueden dar… porque al decir de la bachata, ese “barbarazo acabó con to’…!”.
Lo que me da mucha tristeza e indignación, es que le han hecho creer a la gente que todo acto de expropiación y abuso de poder, se justifica en la medida que tu-pueblo oprimido antes estuvisteis mal porque ellos (los de la IV, los fascistas, los oligarcas, los pitiyanquis) estaban bien. Es la “legitimación” perversa y continua de la revancha, disponiendo a placer lo que me-merezco, porque otros lo tuvieron. Pero es un privilegio reservado al combatiente revolucionario donde el mérito del odio derrota la virtud de la ley. De lo contrario, lo que toca es muerte. Y esa es la lógica del populista. Tú conmigo en primera, o tú-con-ellos en el velorio. De pronto la historia de La Nanny termina como la letra de Arjona, ella olvidándose de Fidel, ahora viviendo en París, buscando tierra neutral, quizás queriendo ser actriz, caminando por los Campos Elíseos, como quien se burla del planeta y sus vicios.
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