Nos acecha la realidad, nos agobia caminar y sentir desagrado por lo que nos rodea. ¿Qué nos aflige realmente? ¿Estupor, aturdimiento, cansancio o indiferencia? Nos envuelve una realidad hostil, nuestro entorno carece de sentido en múltiples ámbitos; no podía ser más propicio el momento para aprender.
Las adversidades son grandes lecciones. ¿De dónde proviene nuestro propósito y nuestros anhelos si no es del cambio subyacente en las cosas?. Aferrarnos a algo que inevitablemente, con o sin nuestra voluntad, va a transformarse sería perpetuar nuestro malestar. La decisión, primera y final, está tomada: voluntariamente hemos accedido a ir más allá de nuestro presente.
Toda una generación que ha visto una única realidad, que ha presenciado las consecuencias de la pauperización de sus propios instintos, ha decidido aprender para el futuro. Nuestro tiempo, aquel que aún no llega, será el escenario donde lo aprendido en el presente será nuestro mayor reto, el llamado más sincero a nuestro compromiso.
Quien vive para el futuro, el presente representa sólo un aprendizaje. Nuestros espacios, el campus donde pasamos horas y horas de nuestros días, son pasado vivo; un recordatorio de lo que estamos obligados a superar. No podemos desesperarnos por hacernos un lugar, por crearnos un camino dentro de la amplísima gama de cosas por hacer; aunque quisiéramos obtener las claves y acertijos a medida que nos abrimos paso en la vida, al mismo tiempo, las épocas nuevas traen consigo sus propias técnicas, procesos y características.
Aprender del presente es mirar una época pasada, las premisas nuevas traen a sus propios interpretadores; mediante su propia voluntad de apropiarse de lo que les rodea, irán creando entornos diversos. Incluso, desde el punto de vista estético, el futuro luce muy distinto. ¿Por qué no pensamos en colores y formas vivas para deleitar nuestros sentidos? “Mañana”, en el siglo XXI, es sinónimo de goce y placer.
Las claves están en un lenguaje indescifrable para quien actúa hoy como si fuese un juicio final. Los que sueñan, piensan y hablan en futuro continuo están hechos de otro material. ¿No los has visto? ¿No has estado cerca de alguno de ellos?
Sé que muchos de mis compañeros que leen esto lo han vivido: en los salones de clase, sentados en pupitres, profesores dando clases, encorbatados trabajando frente a escritorios, en sus casas redactando o planificando, caminando a paso apurado por las calles, mujeres riendo, niños corriendo; entre el goce de vivir y el poder para actuar está una camada distinta de venezolanos. Qué alegría, qué bueno observarnos dentro de una dinámica que no re-acciona, sino que actúa de manera autónoma. Así comienza la idea de una Venezuela de creadores.