Gustavo Coronel: Justicia y Venganza

Gustavo Coronel: Justicia y Venganza

Themis, Astrea  y Némesis no son tres hermanas de Maracaibo. En la mitología griega Themis es la justicia divina, reside en el cielo.  Astrea es la justicia humana y carga una balanza y una venda para significar su naturaleza impersonal. Némesis está armada con una espada y es la justicia personal, también llamada la venganza.

En un mundo imperfecto, donde hay millones quienes pasan por la vida apegados a un código ético que les ordena respetar el bien común y millones quienes pasan por la vida aprovechándose de aquellos para violar las reglas del vivir en armonía se requiere de la presencia de Astrea, la justicia humana. Ella lleva una balanza que significa la retribución, que quien tal haga tal pague. Astrea ni siquiera ve a quien pesa en su balanza. Una vez efectuada la retribución se restablece la armonía. Es solamente cuando Astrea no actúa para pesar la acción de los hombres en la balanza que aparece en escena Némesis, la justicia que es tomada por propia mano, para tratar de hacer el trabajo que Astrea no ha podido llevar a cabo. El hombre lleva constantemente  en su alma esa permanente tentación de la venganza, junto con sus también constantes esfuerzos por sublimarla. Para llevar a cabo esa sublimación todas las religiones  añaden otro ingrediente a la pugna perenne entre el deseo de justicia y la sed de venganza: el perdón. Francis Bacon decía que la venganza era “una justicia salvaje” y cita a Salomón, quien dice: “perdonar es la gloria del hombre”. Al tomar venganza, agrega Bacon, el hombre apenas se muestra igual al victimario. Solo cuando perdona se muestra superior.

Yo tengo algunos problemas con Bacon.  He pasado toda mi vida apegado a un código de conducta heredado de padres y maestros, una especie de segunda naturaleza que me impide, casi de manera fisiológica, robar o matar, para mencionar los dos  grandes tabúes de la vida social. Sin embargo, en nuestro mundo de hoy robar se ha convertido casi en una modalidad cultural aceptable, lo cual  amenaza el mundo moral que gente como yo se ha creado, aquel mundo que decía con convicción: “El crimen no paga, los criminales tendrán su castigo”. La realidad que he visto durante mi vida me ha mostrado que el crimen parece pagar, por cuanto muchos criminales (ladrones y asesinos) han burlado con facilidad y hasta desenfado la acción de Astrea, la justicia humana y hasta se sonríen socarronamente cuando se les amenaza con Themis,  la justicia divina.

La falta de justicia me causa personalmente un inmenso problema espiritual. No me permite ver con satisfacción como cada quien recibe el pago debido por sus acciones sino que la falta de pago para el criminal, recibido por él/ella con tanta alegría y con tanta aceptación por parte de la sociedad, me hace pensar que he estado viviendo en un mundo irreal, que mi mundo moral no era el verdadero o  el “normal”. Por ejemplo, un antiguo amigo de la universidad, por quien sentí mucho afecto, se robó unos reales. Y los ha disfrutado porque la balanza de la justicia no ha funcionado. Hice lo que debía hacer: le quité mi amistad, como única forma posible de sanción. Pero, que sucedió?  Que ahora yo soy considerado por él como culpable de haber roto lo que era una bella amistad, yo soy el “agresor”. MI antiguo amigo alega, con cierta razón, que él no me ha hecho nada a mí para merecer ese trato (el dinero que se robó no era mío). No le he explicado, no es fácil hacerlo, que él ha tratado de destruir, con su acción, una parte de mi mundo.

En nuestros días mi mundo moral se encuentra bajo el asedio de múltiples crímenes que amenazan con gozar de impunidad. Veo que la sociedad venezolana, a la cual pertenezco en buena parte,  a pesar de no vivir físicamente entre ella, parece dispuesta a hacer borrón y cuenta nueva ante el peor crimen colectivo que se haya cometido jamás contra la nación venezolana, el de los últimos 15 años de desbarajuste chavista. Los llamados al diálogo, a la reconciliación, al re-encuentro, sin mención alguna de la aplicación de la justicia, me llevan a pensar que – eventualmente – la pandilla compuesta por unos cuantos centenares de criminales que ha azotado a nuestra nación: ladrones, mentirosos patológicos, rosqueros, favorecedores de familiares y amigos a expensas del patrimonio nacional,  abusadores de su poder,  narcotraficantes, destructores de nuestra infra-estructura física, institucional y espiritual, todo ese lumpen moral, pueda salir intocada por la acción de la justicia, con pleno disfrute de su riqueza mál habida.

Ello sería lamentable pues, aún si una monstruosa transacción nos llevara a un cambio de régimen político en el país ese borrón y cuenta nueva, ese “perdón”, garantizaría el retorno de las mismas prácticas criminales en corto tiempo. Y la razón es sencilla, el crimen tiene tres factores desencadenantes: el motivo, la oportunidad y la impunidad. De estos tres el más poderoso es el tercero, la impunidad. Si hay certeza de que la justicia es inoperante, pues dele.

No soy ni podría llegar a ser un  Charles Bronson, aquel terrible vengador de las cinco películas llamadas “Death Wish” (no sé con qué nombre las exhibieron en América Latina) pero confieso que verlas me producen un efecto anti-hipertensivo. N es accidente que hayan hecho cinco películas sobre ese tema, en el cual Némesis toma el lugar de Astrea.

Porque, como decía Omar lares, se cansa uno.

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