Tengo una seria preocupación que no me abandona. Una parte importante del liderazgo opositor trabaja más por la convivencia, por la supervivencia según algunos, mientras que otro sector, con el cual me identifico plenamente, busca un cambio radical que permita la liquidación del régimen y la reformulación integral de la república. Para ello es indispensable empezar por el cambio del gobierno actual, la sustitución de quien se desempeña como presidente y de eso que llaman el alto gobierno cívico-militar, responsable de la tragedia actual de Venezuela.
Muchos me preguntan, de buena fe supongo, el camino para lograr ese cambio. Les digo que primero que todo debemos acordarnos en el objetivo, en el qué y luego avanzar en el cómo. Hay formas, pero tenemos que utilizar al máximo la cabeza, el corazón y el coraje que cada uno lleva por dentro para tener éxito arriesgándolo todo. No será mediante ese “diálogo” que tan pendejilmente algunos solicitan, ni repitiendo como loros entrenados lo de la salida “democrática, pacífica, electoral y constitucional”. Nadie quiere la violencia. La intensidad de la misma la está estableciendo régimen. La Constitución señala caminos para provocar el cambio. Incluye, entre otros, la renuncia del presidente. Pero, sin entender que la verdadera naturaleza del problema no es electoral, será muy difícil.
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