Sigue tomando fuerza la discusión sobre el tipo de sistema y modelo político que impera en Venezuela bajo el ejercicio de Nicolás Maduro.
Para ello distinguimos dos grandes perspectivas: la normativa que se expresa en la Constitución de la República (1999), definiéndolo como un sistema democrático; y el ejercicio real o práctico del mismo, definido como régimen que no necesariamente se corresponde con lo escrito en la norma constitucional.
¿Existe una plena democracia en Venezuela? ¿Existe una democracia sólida en países de la región, como Colombia, Ecuador, entre otros? ¿Hay un gobierno en Venezuela de origen democrático y de ejercicio autocrático? Esta y otras preguntas llaman la atención de politólogos, del público en general, y de la dirigencia política venezolana.
Por un lado la opinión oficialista escondida en una especie de falacia explica que en Venezuela hay plenas libertades, al punto de que se han celebrado un sinnúmero de elecciones desde 1999. La opinión opositora en dos grandes visiones expresa, por un lado, que no hay democracia; y otra lectura admite un ejercicio democrático del régimen aunque reconoce ciertas y profundas amenazas.
Este debate, que exige un rigor analítico, lo sustentamos en el argumento clásico de Montesquieu plasmado en su Espíritu de las Leyes, que en materia de teoría democrática expresa: “No hay tampoco libertad si la capacidad de juzgar no está separada de la capacidad legislativa y de la ejecutiva”. Y en la teoría moderna del politólogo y profesor de la universidad de Harvard, Steven Levitsky, a propósito de su “autoritarismo competitivo”.
Ambos teóricos, uno clásico y otro del presente, nos permitirán explicar cómo el gobierno de Nicolás Maduro se aleja del rumbo democrático.
La principal premisa y de mayor consenso en el mundo politológico y en el mundo político en general es que en Venezuela se vive bajo la tutoría de un gobierno con rasgos mixtos o híbrido, es decir, en palabras del colega Levitsky, una semidemocracia, una pseudodemocracia, un semiautoritarismo electoral y libertades parciales.
No estamos en presencia de una dictadura clásica al estilo de Marcos Pérez Jiménez y mucho menos en una democracia moderna, al estilo del modelo suizo. Probablemente como el mismo oficialismo venezolano ha proclamado, estaríamos en un modelo transitorio de origen democrático y de práctica”revolucionaria”.
El propio régimen de Maduro argumenta que la democracia es un medio relativo, quedando supeditado al fin último del gobierno nacional, que, palabras más o palabras menos, se resume en la prosecución o la suma de felicidades e igualdad plena.
Visto así la democracia serviría solo circunstancialmente. Para este gobierno es necesario demoler el establishment y edificar un sistema nuevo.
Nicolás Maduro, al igual que su antecesor, mal usando la teoría gramsciana, expresa que sería el tránsito del capitalismo burgués al socialismo, llamado aquí del siglo XXI.
El actual régimen venezolano se ajusta a la definición que Levitsky hace del llamado autoritarismo competitivo: regímenes que usan las instituciones formales del Estado como medios principales para ejercer la autoridad política.
Casi todos los funcionarios fundamentalmente del alto gobierno violan las reglas con mucha frecuencia, hasta el punto de que el régimen mismo no reúne los parámetros mínimos para ser democracia convencional.
Venezuela: ¿Un autoritarismo competitivo, distante de una democracia moderna y de un autoritarismo absoluto?
Aunque se den elecciones con regularidad, como lo proclama el chavismo, sin fraudes evidentes a probar, los funcionarios abusan constantemente de los recursos del Estado, limitan a la oposición en el uso de los medios y de todo tipo de recursos en general.
Prevalece la presión y la persecución política, en algunos casos sobre las bases de un modelo electoral injusto; por lo general se alcanzan trucar algunos resultados.
El control de los medios de comunicación por parte del Estado y la presión que se ejerce en contra de comunicadores sociales para producir una autocensura inmediata configuran un ambiente de temor contra los que ejercen la maltratada libertad de expresión.
Proliferan los exilios políticos y el sistema judicial queda constituido en su mayoría por jueces provisorios y con afinidad al partido de gobierno.
Esta y otras características, como el militarismo del régimen venezolano en su accionar diario, nos obligan a repreguntar: ¿Podemos hablar de democracia en Venezuela?
Finalmente estos regímenes híbridos combinan en una especie de celada, operaciones políticas con rasgos autoritarios y otros pocos de naturaleza democrática.
¿Cuáles son los desafíos de una oposición que se enfrenta a gobiernos de esta naturaleza?
Lo electoral: deben ser modificadas las reglas del modelo electoral. Con un sistema eleccionario injusto difícilmente se obtendrá el poder.
Lo legislativo: en los regímenes como el venezolano el parlamento suele ser débil. El control legislativo no debe ser un obstáculo para el gobierno; por ello, la mayoría parlamentaria casi siempre será de la bancada oficial.
Lo judicial: La subordinación del Poder Judicial al gobierno es un objetivo estratégico.
La reversión de esta estructura primero pasa por la superación de lo electoral y legislativo.
Los medios de comunicación: El gobierno buscará silenciar progresivamente y en su totalidad a las voces adversas. Aquí la vía de reversión por parte de la oposición venezolana se resume al espíritu de lucha, estrategia, inteligencia y constancia
Publicado originalmente en el diario El Impulso (Barquisimeto)