Había una vez un campesino que tenía un burro muy viejo. Un día, mientras el burro estaba caminando por la sabana, pisó sobre unas tablas que estaban en el suelo, se rompieron y el asno cayó al fondo de un pozo abandonado, que antes había servido como pozo séptico.
Atrapado en el fondo del pozo el burro comenzó a rebuznar muy alto. Casualmente, el campesino lo oyó y se dirigió al corral para ver qué pasaba. Se asomó al pozo y vio que al animal estaba allí, desesperado y maltrecho todavía por la caída. El campesino pensó mucho cuando encontró al burro allí abajo. Era excesivamente viejo y ya no podía realizar ningún trabajo en el campo.
Les consultó a unos obreros de la finca, pero ellos le dijeron no valía la pena tanto esfuerzo para sacar un burro viejo y herido de un foso. Todos decían “igual se va a morir compadre”. Luego le preguntó a su mujer y ella prácticamente lo ignoró “Estoy ocupada Juan, no tengo tiempo para esas cosas, pide ayuda en otra parte”.
No era una decisión fácil, aunque viejo y herido, el burro tenía años con el campesino. Pero era imposible sacarlo a flote solo. Cansado y resignado decidió que la solución más fácil era enterrar al burro en el fondo del pozo. Era el triunfó de la opinión de la mayoría, que decía que ya no era útil.
Una vez tomada esta decisión, nuevamente le pidió ayuda a los obreros, esta vez sí accedieron “Claro Juan, es más fácil echar pala que trabajar para nada”. Cuando empezaron a echar tierra encima del burro, este se puso aún más inquieto de lo que ya estaba. No solo se encontraba atrapado, sino que, además, lo estaban enterrando vivo en el fondo de un pozo.
El burro, en un primer momento, triste y desesperado se rindió y se echó al suelo esperando su final. Pero al estremecerse en llanto, se sacudió y la tierra cayó de su lomo de modo que empezó a cubrir sus patas. Entonces, levantó sus cascos, los agitó y cuando los volvió a poner sobre el suelo, estaban un poquito más altos de lo que habían estado momentos antes. El burro entonces se sacudía la tierra y daba un paso encima. Lo que en teoría era usado para enterrarlo, lo que hizo fue servirle de impulso.
Para sorpresa de todos, antes de que el día hubiese acabado, con cada pala de tierra, el burro logró llegar a la boca del pozo y salir del agujero. No se rindió y mientras la mayoría echaba pala o miraba sin hacer nada, él decidió luchar. Como el burro, sacudámonos la tierra y luchemos en este 2015 por salir del foso. Guardar silencio es echar pala también ¡Por un feliz año nuevo para Venezuela!